22/12/2016, 22:37
Aquel muchacho pareció salir de un trance en cuanto escuchó las palabras de Ryuujin e inmediatamente tras girarse sus ojos le escudriñaron de arriba a abajo. Ryu por su parte observó de manera anónima aquel iris marrón, recordando la cantidad de coloridas miradas con las que se había cruzado desde que abandonó el País del Hierro. Quizá no era tan extraño como pensaba dicha diversidad de cromas.
– Hola. - Dijo el otro sonriendo finalmente – .Claro. Estamos en el Valle del Fin, en la frontera del País de la Tormenta junto con los otros países.
<< El País de la Tormenta, eso quiere decir… >> Empezó a reflexionar para sí, intentando hacer memoria del mapa de Ōnindo que aprendió en la academia.
El haber pasado la mayor parte de su vida excluido del mundo cerca de los montes de Sanryo-rama no le ayudaba mucho en estas situaciones. Pese al tono de perplejidad de aquel muchacho, la localización “Valle del Fin” significaba poco para el ninja de Takigakure. Suspiró y volvió a mirar al chico que se levantaba con cautela. No se había fijado en la blancura de su tez, aún más pálida que la suya, ni en su delgada constitución.
– ¿Te orientas mejor? Ya sabrás que este sitio es muy importante.
- Mmm, digamos que sí. - Respondió con las manos en los lumbares. El chico se mostraba muy precavido y Ryuujin realmente no tenía demasiado tiempo para charlar. - Estaba buscando un lugar llamado “Ciudad del Herrero”, - comenzó a explicar saltando un par de rocas para acercarse a él. - ¿No sabrás cómo llegar, verdad?
El aire comenzaba a resoplar más fuerte mientras la noche se cernía, haciendo bailar la ropa y el cabello al son del viento. En ese momento la bandana de Uzushiogakure se veía claramente anudada a la frente del quinceañero, tapada por su cabellera. Durante un segundo, Ryu no pudo evitar mostrar sorpresa en sus ojos, cerrando los párpados levemente. ¿Qué ocurriría ahora? Aquel ninja habría visto el símbolo de la cascada con total seguridad. Aunque no parecía gran cosa dada su filogenia, no era inteligente subestimar a nadie, y ahora se encontraban a menos de dos metros de distancia.
– Hola. - Dijo el otro sonriendo finalmente – .Claro. Estamos en el Valle del Fin, en la frontera del País de la Tormenta junto con los otros países.
<< El País de la Tormenta, eso quiere decir… >> Empezó a reflexionar para sí, intentando hacer memoria del mapa de Ōnindo que aprendió en la academia.
El haber pasado la mayor parte de su vida excluido del mundo cerca de los montes de Sanryo-rama no le ayudaba mucho en estas situaciones. Pese al tono de perplejidad de aquel muchacho, la localización “Valle del Fin” significaba poco para el ninja de Takigakure. Suspiró y volvió a mirar al chico que se levantaba con cautela. No se había fijado en la blancura de su tez, aún más pálida que la suya, ni en su delgada constitución.
– ¿Te orientas mejor? Ya sabrás que este sitio es muy importante.
- Mmm, digamos que sí. - Respondió con las manos en los lumbares. El chico se mostraba muy precavido y Ryuujin realmente no tenía demasiado tiempo para charlar. - Estaba buscando un lugar llamado “Ciudad del Herrero”, - comenzó a explicar saltando un par de rocas para acercarse a él. - ¿No sabrás cómo llegar, verdad?
El aire comenzaba a resoplar más fuerte mientras la noche se cernía, haciendo bailar la ropa y el cabello al son del viento. En ese momento la bandana de Uzushiogakure se veía claramente anudada a la frente del quinceañero, tapada por su cabellera. Durante un segundo, Ryu no pudo evitar mostrar sorpresa en sus ojos, cerrando los párpados levemente. ¿Qué ocurriría ahora? Aquel ninja habría visto el símbolo de la cascada con total seguridad. Aunque no parecía gran cosa dada su filogenia, no era inteligente subestimar a nadie, y ahora se encontraban a menos de dos metros de distancia.