23/12/2016, 04:19
Nadie respondió al buen intencionado intento de Yoshimitsu de saber de su colega. Y ante semejante silencio, su única opción era la de bajar y comprobar que su interlocutor estuviese bien. Una vez abajo, con luz en mano y precaución en ristre; el joven Yoshimitsu pudo comprobar que el interior de aquel calabozo vacío era desde luego un lugar mohoso, húmedo y probablemente desconocido para todo visitante del museo.
A primera vista no había nada certero que le indicara qué función tenía, o para qué servía realmente tener un pasaje secreto hasta el subsuelo de una edificación que sirvió en tiempos memorables a un antiguo señor feudal. Estaba ataviado de tablas raídas de madera, algunas estanterías cubiertas de polilla y una que otra rata paseándose de un lado a otro.
Pero había un pasillo, angosto; justo al frente. Y dentro de su lúgubre oscuridad se pudo escuchar levemente la voz de Jin, que rebotó en eco en las paredes.
—¡Mierda! — el chapoteo de sus botas en el suelo mojado se hizo cada vez más evidente, y más duro —. cuidado, Yoshi; este sitio está infestado de ratas. No te vayan a morder, porque de seguro pierdes la pierna.
La luz que Yoshimitsu llevaba fue suficiente para desvelar que, al final de susodicho pasillo, se encontraba el Hyuuga en perfecto estado. Un poco renqueante, debido a la caída pero nada grave. Incluso sonreía, como si aquel descubrimiento fuese algo divertido, o emocionante.
—¿Estás bien?... vaya susto que me ha pegado esa trampa. Y una buena hostia también, que no es una caída sencilla.
A primera vista no había nada certero que le indicara qué función tenía, o para qué servía realmente tener un pasaje secreto hasta el subsuelo de una edificación que sirvió en tiempos memorables a un antiguo señor feudal. Estaba ataviado de tablas raídas de madera, algunas estanterías cubiertas de polilla y una que otra rata paseándose de un lado a otro.
Pero había un pasillo, angosto; justo al frente. Y dentro de su lúgubre oscuridad se pudo escuchar levemente la voz de Jin, que rebotó en eco en las paredes.
—¡Mierda! — el chapoteo de sus botas en el suelo mojado se hizo cada vez más evidente, y más duro —. cuidado, Yoshi; este sitio está infestado de ratas. No te vayan a morder, porque de seguro pierdes la pierna.
La luz que Yoshimitsu llevaba fue suficiente para desvelar que, al final de susodicho pasillo, se encontraba el Hyuuga en perfecto estado. Un poco renqueante, debido a la caída pero nada grave. Incluso sonreía, como si aquel descubrimiento fuese algo divertido, o emocionante.
—¿Estás bien?... vaya susto que me ha pegado esa trampa. Y una buena hostia también, que no es una caída sencilla.