24/12/2016, 13:14
Poco a poco la situación se relajaba a medida que el chico de Uzushiogakure se iba percatando de que Ryuujin no suponía ningún peligro para él. El ambiente era de ayuda con el silencio nocturno y el caer del agua, aunque el shinobi del remolino no podía evitar mirarle con reticencia.
– ¿La ciudad del herrero?– Se auto-preguntó empezando a reír tímidamente –.La verdad es que no tengo ni idea. La orientación no es mi fuerte. Y justamente no tengo ningún mapa encima..., ya me perdonaras.
No parecía que la suerte le sonriese mucho, con el inicio del amanecer acercándose un día menos le quedaba, sin contar con que terminaba de conseguir entender la mirada de aquel chico. Siempre se mostraba amable como se le había educado desde pequeño, pero comprender el actuar de las personas era otra cosa para Ryuujin. ¿Acaso él se conocía así mismo?
– ¿No sabes ningún otro sitio que este cerca? Una ubicación, o algún sitio cercano: algún monte, ciudad, monumento... Esta en el País de la Tormenta, ¿No?– preguntó, pensativo –.No he visto a nadie por aquí, pero quizá pudiéramos encontrar a alguien que lo supiera...
La cantidad de posibilidades que le ofrecía el chico le estaban abrumando. Dedicó un momento a ordenar su cabeza mientras se pasaba la mano derecha por la nuca.
- Mmm, veamos. Se encuentra en el País del Remolino, debe ser una ciudad importante que se dedica al comercio de armas. - Hizo una pausa. - Digamos que tengo asuntos con una compañía de ese lugar y poco tiempo para solucionarlo. - Finalizó con una ligera mueca de molestia.
El pensar que podía estar dando demasiada información le hizo detenerse. Aunque se mostrase más afable, analizándolo fríamente no sabía con certeza si confiar o no en aquel ninja. Dio un paso a la derecha tras echar un vistazo a la luna, mirando hacia el Bosque de Hojas en dirección sur. Ahí se encontraba el país en el que en alguna parte existía una ciudad llamada Los Herreros, su destino.
- No puedo esperar al siguiente tren, así que supongo que tendré que ir caminando. - Explicó mientras avanzaba un par de metros. - Te agradezco mucho tu ayuda, al menos ahora sé donde estoy. - Concluyó con si habitual sonrisa.
Un ligero e inexplicable tono de melancolía surgió en sus palabras, aunque sencillamente lo ignoró y se dispuso a marcharse.
– ¿La ciudad del herrero?– Se auto-preguntó empezando a reír tímidamente –.La verdad es que no tengo ni idea. La orientación no es mi fuerte. Y justamente no tengo ningún mapa encima..., ya me perdonaras.
No parecía que la suerte le sonriese mucho, con el inicio del amanecer acercándose un día menos le quedaba, sin contar con que terminaba de conseguir entender la mirada de aquel chico. Siempre se mostraba amable como se le había educado desde pequeño, pero comprender el actuar de las personas era otra cosa para Ryuujin. ¿Acaso él se conocía así mismo?
– ¿No sabes ningún otro sitio que este cerca? Una ubicación, o algún sitio cercano: algún monte, ciudad, monumento... Esta en el País de la Tormenta, ¿No?– preguntó, pensativo –.No he visto a nadie por aquí, pero quizá pudiéramos encontrar a alguien que lo supiera...
La cantidad de posibilidades que le ofrecía el chico le estaban abrumando. Dedicó un momento a ordenar su cabeza mientras se pasaba la mano derecha por la nuca.
- Mmm, veamos. Se encuentra en el País del Remolino, debe ser una ciudad importante que se dedica al comercio de armas. - Hizo una pausa. - Digamos que tengo asuntos con una compañía de ese lugar y poco tiempo para solucionarlo. - Finalizó con una ligera mueca de molestia.
El pensar que podía estar dando demasiada información le hizo detenerse. Aunque se mostrase más afable, analizándolo fríamente no sabía con certeza si confiar o no en aquel ninja. Dio un paso a la derecha tras echar un vistazo a la luna, mirando hacia el Bosque de Hojas en dirección sur. Ahí se encontraba el país en el que en alguna parte existía una ciudad llamada Los Herreros, su destino.
- No puedo esperar al siguiente tren, así que supongo que tendré que ir caminando. - Explicó mientras avanzaba un par de metros. - Te agradezco mucho tu ayuda, al menos ahora sé donde estoy. - Concluyó con si habitual sonrisa.
Un ligero e inexplicable tono de melancolía surgió en sus palabras, aunque sencillamente lo ignoró y se dispuso a marcharse.