26/12/2016, 17:34
La respuesta dada por su compañero no acababa de satisfacerle, pues su única esperanza era tener un golpe de suerte y encontrar alguna clase de asentamiento. Era eso o quedarse esperando a que la muerte los encontrase a ellos, como quién dice una cuestión de escoger su propio veneno.
—Ahgg, por alguna razón, ya me imaginaba que ibas a decir algo como eso— Suspiró y levantó los hombros en señal de resignación. —Pues te sigo— Dijo mientras se echaba a andar.
Fue así que vagaron por el desierto con el astro rey siguiendo su curso, abrasándolos con sus rayos, como si fuera un cruel verdugo. Tal y como el espadachín suponía, el agua era un factor determinante. La deshidratación no tardó en hacerse notar en ambos shinobis, mientras el calor volvía borrosa su visión del horizonte. Bajo alguna piedra se asomaba una serpiente devorando una lagartija, mientras las aves de rapiña revoloteaban en círculos sobre sus cabezas.
"No sé si vamos o venimos, ni siquiera tengo mi capa para intentar cubrirme la cabeza del sol. No he visto ni siquiera algún rastro de las vías del tren, nos debieron llevar bastante lejos y las huellas de los caballos ya se han borrado. Ahhggg, tengo que pensar de forma positiva, como por ejemplo en, en, en... Ahhhg, ¿A quién quiero engañar?, estamos más perdidos que, que, que lo que sea que esté perdido. No es sólo sed, también hambre, hasta me comería la culebra que vi hace ratos."
Cuando estaban a punto de sucumbir ante el inclemente desierto, la esperanza regresó a ellos. El Ishimura le indicó que divisara algo más adelante, pero Tatsuya no podía abrir los ojos por la arena y polvo que era llevada con violencia por el viento.
—Ajag— Fue lo único que respondió con un tono ronco.
Sentía cómo los granos de arena se metían en sus sandalias, sí antes era una tortura andar, ahora era un completo infierno. Hizo lo que pudo para mantener el rumbo hacia el frente, sin perder de vista a su compañero entre la furiosa tormenta.
—¡Kazuma-san!— Paró de hablar pues los granos se le metían en la boca y tuvo que escupirlos. —Tenemos que seguir recto para no perdernos— Pero con aquel viento era más fácil decirlo que hacerlo.
A pesar de la cercanía, ese último tramo del trayecto se hizo eterno. Cuando por fin lograsen llegar, los esperaría alguna clase de poblado o asentamiento, pero la apariencia descuidada del sitio lejos de ofrecer seguridad transmitía una sensación de hostilidad.
—Este lugar tiene una atmósfera rara, pero tenemos que encontrar algún sitio donde entrar, la tormenta está arreciando—
—Ahgg, por alguna razón, ya me imaginaba que ibas a decir algo como eso— Suspiró y levantó los hombros en señal de resignación. —Pues te sigo— Dijo mientras se echaba a andar.
Fue así que vagaron por el desierto con el astro rey siguiendo su curso, abrasándolos con sus rayos, como si fuera un cruel verdugo. Tal y como el espadachín suponía, el agua era un factor determinante. La deshidratación no tardó en hacerse notar en ambos shinobis, mientras el calor volvía borrosa su visión del horizonte. Bajo alguna piedra se asomaba una serpiente devorando una lagartija, mientras las aves de rapiña revoloteaban en círculos sobre sus cabezas.
"No sé si vamos o venimos, ni siquiera tengo mi capa para intentar cubrirme la cabeza del sol. No he visto ni siquiera algún rastro de las vías del tren, nos debieron llevar bastante lejos y las huellas de los caballos ya se han borrado. Ahhggg, tengo que pensar de forma positiva, como por ejemplo en, en, en... Ahhhg, ¿A quién quiero engañar?, estamos más perdidos que, que, que lo que sea que esté perdido. No es sólo sed, también hambre, hasta me comería la culebra que vi hace ratos."
Cuando estaban a punto de sucumbir ante el inclemente desierto, la esperanza regresó a ellos. El Ishimura le indicó que divisara algo más adelante, pero Tatsuya no podía abrir los ojos por la arena y polvo que era llevada con violencia por el viento.
—Ajag— Fue lo único que respondió con un tono ronco.
Sentía cómo los granos de arena se metían en sus sandalias, sí antes era una tortura andar, ahora era un completo infierno. Hizo lo que pudo para mantener el rumbo hacia el frente, sin perder de vista a su compañero entre la furiosa tormenta.
—¡Kazuma-san!— Paró de hablar pues los granos se le metían en la boca y tuvo que escupirlos. —Tenemos que seguir recto para no perdernos— Pero con aquel viento era más fácil decirlo que hacerlo.
A pesar de la cercanía, ese último tramo del trayecto se hizo eterno. Cuando por fin lograsen llegar, los esperaría alguna clase de poblado o asentamiento, pero la apariencia descuidada del sitio lejos de ofrecer seguridad transmitía una sensación de hostilidad.
—Este lugar tiene una atmósfera rara, pero tenemos que encontrar algún sitio donde entrar, la tormenta está arreciando—