26/12/2016, 18:04
Datsue caminaba de forma lenta y pesada, con los ojos apenas abiertos en una rendija y la cabeza cayéndose hacia delante de forma rítmica, como si estuviese quedándose dormido en plena caminata.
El Uchiha no recordaba haber madrugado tanto desde que había dejado la Academia, años atrás, tras graduarse como Gennin. De hecho, probablemente no se había despertado tan temprano en su vida, teniendo en cuenta que siempre le echaban la bronca por llegar tarde a clase.
Sin embargo, aquella vez tenía algo importante entre manos, y por eso se había llenado de determinación cuando escuchó por tercera vez sonar el despertador.
De hecho, su caminata le conducía de vuelta a casa, ahora con una mochila —aunque más bien era una bolsa azul con cuerdas— llena de objetos en su interior que en la ida estaba vacía.
Vestía las ropas adecuadas para protegerse del frío en una madrugada invernal como aquella: un gorro de lana gris, que le cubría la cabeza y casi la totalidad de la frente; un jersey de punto de color más claro, grueso y con el cuello alto; y su habitual pantalón cagado, de color azul marino oscuro.
Dormido como estaba, tardó en darse cuenta que se había equivocado de calle. Trató de abrir los ojos y ubicarse, y fue entonces cuando las vio.
Dos mujeres hablando en frente del portal de una casa. Al principio, no las reconoció, aunque la melena larga y rubia de una de ellas le provocó una leve sensación familiar. Ésta se encontraba de espaldas, pero cuando oyó su voz, cuyas palabras no consiguió distinguir por la distancia, algo hizo tic en el cerebro del Uchiha y cayó en la cuenta.
¡Noemi! Por las cejas de Yubiwa, ¿cuánto tiempo ha pasado desde la última vez que nos vimos? Al menos dos años. Y eso que ella me prometió amor eterno… entre otras cosas. El pulso de Datsue se aceleró por unos momentos, despertándole de su letargo.
Curioso, pero sin saber cómo reaccionar, decidió desviarse hacia una calle secundaria. Una vez fuera de su vista, los sellos se formaron de forma lenta y patosa en sus manos, cuyos dedos estaban entumecidos por el frío, convirtiéndose finalmente en un gato negro callejero.
Oculto bajo su nueva apariencia, el gato regresaría a la calle principal y se acercaría lentamente hacia ambas mujeres. Al menos lo suficiente cerca como para oírlas…
El Uchiha no recordaba haber madrugado tanto desde que había dejado la Academia, años atrás, tras graduarse como Gennin. De hecho, probablemente no se había despertado tan temprano en su vida, teniendo en cuenta que siempre le echaban la bronca por llegar tarde a clase.
Sin embargo, aquella vez tenía algo importante entre manos, y por eso se había llenado de determinación cuando escuchó por tercera vez sonar el despertador.
De hecho, su caminata le conducía de vuelta a casa, ahora con una mochila —aunque más bien era una bolsa azul con cuerdas— llena de objetos en su interior que en la ida estaba vacía.
Vestía las ropas adecuadas para protegerse del frío en una madrugada invernal como aquella: un gorro de lana gris, que le cubría la cabeza y casi la totalidad de la frente; un jersey de punto de color más claro, grueso y con el cuello alto; y su habitual pantalón cagado, de color azul marino oscuro.
Dormido como estaba, tardó en darse cuenta que se había equivocado de calle. Trató de abrir los ojos y ubicarse, y fue entonces cuando las vio.
Dos mujeres hablando en frente del portal de una casa. Al principio, no las reconoció, aunque la melena larga y rubia de una de ellas le provocó una leve sensación familiar. Ésta se encontraba de espaldas, pero cuando oyó su voz, cuyas palabras no consiguió distinguir por la distancia, algo hizo tic en el cerebro del Uchiha y cayó en la cuenta.
¡Noemi! Por las cejas de Yubiwa, ¿cuánto tiempo ha pasado desde la última vez que nos vimos? Al menos dos años. Y eso que ella me prometió amor eterno… entre otras cosas. El pulso de Datsue se aceleró por unos momentos, despertándole de su letargo.
Curioso, pero sin saber cómo reaccionar, decidió desviarse hacia una calle secundaria. Una vez fuera de su vista, los sellos se formaron de forma lenta y patosa en sus manos, cuyos dedos estaban entumecidos por el frío, convirtiéndose finalmente en un gato negro callejero.
Oculto bajo su nueva apariencia, el gato regresaría a la calle principal y se acercaría lentamente hacia ambas mujeres. Al menos lo suficiente cerca como para oírlas…
¡Agradecimientos a Daruu por el dibujo de PJ y avatar tan OP! ¡Y a Reiji y Ayame por la firmaza! Si queréis una parecida, este es el lugar adecuado