28/12/2016, 00:34
—Un gran tipo, Yubiwa, ya lo creo que sí. ¿Sabéis que le partió el corazón cuando tuvo que elegirme como el jinchuriki? —preguntaba Datsue, mientras cruzaba el puente que conducía al Árbol Sagrado, con las manos en los bolsillos y en una actitud aparentemente relajada—. Ah, ya lo creo que sí. Me rogó que le perdonase, pero que no podía confiar en nadie más que en mí para un encargo de semejante dimensión. Desde entonces hemos forjado un fuerte vínculo de amistad… Sí, un fuerte vínculo… —se repitió, como tratando de convencerse a sí mismo—.
»Por cierto, ¿sabéis qué quiere de mí?
El shinobi que le escoltaba por la derecha ni siquiera torció el gesto, sin interrumpir el silencio en el que se había sumido desde sus últimas palabras, cuando le informó que el Kawakage requería de su presencia. Cuando miró al que le acompañaba por la izquierda, éste sí le devolvió la mirada, esbozando una sonrisa, como divertido, antes de volver a mirar al frente sin decir nada.
Aquello le estaba desquiciando.
Su cabeza era un enjambre de pensamientos confusos desde que les había abierto la puerta de su casa a aquellos dos tipos sin lengua. Tras la sorpresa inicial de que el Kawakage quisiese hablar con él personalmente, el pesimismo inherente en Datsue se había encargado de hacerle temer lo peor. Para empezar, ¿por qué Yubiwa quería verle tan de sopetón? Y, sobre todo, ¿por qué había enviado a dos shinobis a buscarle? ¿Es que con uno no servía? Era como si temiese que tratara de escaparse. Y, si eso temía, entonces el Uchiha tenía motivos para hacerlo. En un enésimo intento por tratar de serenarse, analizó mentalmente sus últimos viajes fuera de la Villa, tratando de averiguar la imprudencia que hubiese podido despertar la ira de su Kage.
El pequeño incidente que había sufrido con Ayame fue el primero en venirle a la mente. Estaba claro que su pequeña estafa a la dueña de aquel bar de mala muerte había sido la cosa más estúpida hecha en años, a la vez que la menos provechosa. Y las pequeñas plantas de felicidad que cultivaste en verano, Datsue, las pequeñas plantas… Aunque solo he conseguido vendérselas a tres gatos contados, a cada cuál más lejos de la Villa. Es imposible que haya llegado a sus oídos. No, tiene que ser otra cosa. Pero entonces, ¿qué?
La puerta de la entrada a la recepción se abrió. Ya no quedaba tiempo. Las manos empezaron a hormiguearle, ahora húmedas, y notó que el pulso se le aceleraba cada vez más a medida que subía los escalones que conducían al despacho de Yubiwa. Tranquilízate, Datsue, ¡tranquilízate! ¡No parezcas culpable antes siquiera de que te acusen, joder!
Y de pronto, allí estaba. Mucho antes de que lo hubiese deseado, los dos shinobis ya estaban abriendo la puerta para hacerle pasar, y él ya se encontraba dentro, realizando una profunda y exagerada reverencia, provocando que el collar del Baku se escurriese del interior de su camisa y acabase colgando en el aire, todavía sujetado por su cuello.
—Yubiwa-sama —empezó, todavía con la mirada en el suelo—, Kage entre Kages, noble entre nobles. Mi corazón palpita como el de un Uzureño enamorado con la oportunidad de poder ofrecerle mi ayuda. Decidme, por favor. ¿En qué puede serviros este humilde shinobi?
Solo entonces se atrevió a alzar la mirada...
»Por cierto, ¿sabéis qué quiere de mí?
El shinobi que le escoltaba por la derecha ni siquiera torció el gesto, sin interrumpir el silencio en el que se había sumido desde sus últimas palabras, cuando le informó que el Kawakage requería de su presencia. Cuando miró al que le acompañaba por la izquierda, éste sí le devolvió la mirada, esbozando una sonrisa, como divertido, antes de volver a mirar al frente sin decir nada.
Aquello le estaba desquiciando.
Su cabeza era un enjambre de pensamientos confusos desde que les había abierto la puerta de su casa a aquellos dos tipos sin lengua. Tras la sorpresa inicial de que el Kawakage quisiese hablar con él personalmente, el pesimismo inherente en Datsue se había encargado de hacerle temer lo peor. Para empezar, ¿por qué Yubiwa quería verle tan de sopetón? Y, sobre todo, ¿por qué había enviado a dos shinobis a buscarle? ¿Es que con uno no servía? Era como si temiese que tratara de escaparse. Y, si eso temía, entonces el Uchiha tenía motivos para hacerlo. En un enésimo intento por tratar de serenarse, analizó mentalmente sus últimos viajes fuera de la Villa, tratando de averiguar la imprudencia que hubiese podido despertar la ira de su Kage.
El pequeño incidente que había sufrido con Ayame fue el primero en venirle a la mente. Estaba claro que su pequeña estafa a la dueña de aquel bar de mala muerte había sido la cosa más estúpida hecha en años, a la vez que la menos provechosa. Y las pequeñas plantas de felicidad que cultivaste en verano, Datsue, las pequeñas plantas… Aunque solo he conseguido vendérselas a tres gatos contados, a cada cuál más lejos de la Villa. Es imposible que haya llegado a sus oídos. No, tiene que ser otra cosa. Pero entonces, ¿qué?
La puerta de la entrada a la recepción se abrió. Ya no quedaba tiempo. Las manos empezaron a hormiguearle, ahora húmedas, y notó que el pulso se le aceleraba cada vez más a medida que subía los escalones que conducían al despacho de Yubiwa. Tranquilízate, Datsue, ¡tranquilízate! ¡No parezcas culpable antes siquiera de que te acusen, joder!
Y de pronto, allí estaba. Mucho antes de que lo hubiese deseado, los dos shinobis ya estaban abriendo la puerta para hacerle pasar, y él ya se encontraba dentro, realizando una profunda y exagerada reverencia, provocando que el collar del Baku se escurriese del interior de su camisa y acabase colgando en el aire, todavía sujetado por su cuello.
—Yubiwa-sama —empezó, todavía con la mirada en el suelo—, Kage entre Kages, noble entre nobles. Mi corazón palpita como el de un Uzureño enamorado con la oportunidad de poder ofrecerle mi ayuda. Decidme, por favor. ¿En qué puede serviros este humilde shinobi?
Solo entonces se atrevió a alzar la mirada...
¡Agradecimientos a Daruu por el dibujo de PJ y avatar tan OP! ¡Y a Reiji y Ayame por la firmaza! Si queréis una parecida, este es el lugar adecuado