29/12/2016, 19:48
Ya había pasado una media hora desde que los habían sacado del local. Ahora, el grupo se guardias se notaba más relajado, aunque seguían manteniendo su puesto. La cuestión era que no parecían tener intención de moverse, y el frío comenzaba a hacerse presente.
—¿Cuánto tiempo estaremos aquí? —Preguntó a uno de los guardias esperando que le dieran una respuesta más o menos agradable.
—Esto… No-No sé, depende de cuánto tiempo le tome al jefe terminar con sus asuntos —le respondió uno de los más jóvenes.
Los demás le escucharon y sus rostros se ensombrecieron un poco; al parecer, también les molestaba el estar ahí haciendo guardia mientras que su superior se quedaba con toda la diversión para él solo. A algunos se les notaba en la cara el deseo de ir a la estación para terminar su turno y poder descansar, en lugar de estar haciendo escolta.
—Que mal, puede que esto tome tiempo —aseguro otro jovencito, poniendo expresión de hastío—. El señor Banryoku de seguro esta calentito entre la sabanas, y nosotros estamos aquí afuera, cogiendo todo el frío del invierno.
—¡Silencio, mocosos! —gritó el segundo al mando—. Si el jefe los llegase a escuchar, pasarían lo que queda de invierno limpiando retretes. —Luego de decir aquello se le escapó un estornudo—. ¡Maldición!
—Bueno… —Kazuma también comenzaba a notar la caída de la temperatura—. ¿Entonces solo nos quedaremos aquí, sin hacer nada, esperando?
—Por mi pueden ponerse a conversar, para lo que me importa —gruño.
—Vale… —se giró hacia la chica que estaba al lado suyo—. ¿Quieres... hablar mientras esperamos?
La pregunto se le escapó de los labios. Por su serenidad y tono, pareciese que no hubiese pasado nada, como si recién se estuviesen conociendo. Para él no tenía nada de malo o incomodo, pero la experiencia le decía que la gente no solía tomarse tan bien su frescura al momento de plantear las cosas. Por lo que mantuvo una distancia, prudente, por si la reacción de la chica no era la esperada.
—¿Cuánto tiempo estaremos aquí? —Preguntó a uno de los guardias esperando que le dieran una respuesta más o menos agradable.
—Esto… No-No sé, depende de cuánto tiempo le tome al jefe terminar con sus asuntos —le respondió uno de los más jóvenes.
Los demás le escucharon y sus rostros se ensombrecieron un poco; al parecer, también les molestaba el estar ahí haciendo guardia mientras que su superior se quedaba con toda la diversión para él solo. A algunos se les notaba en la cara el deseo de ir a la estación para terminar su turno y poder descansar, en lugar de estar haciendo escolta.
—Que mal, puede que esto tome tiempo —aseguro otro jovencito, poniendo expresión de hastío—. El señor Banryoku de seguro esta calentito entre la sabanas, y nosotros estamos aquí afuera, cogiendo todo el frío del invierno.
—¡Silencio, mocosos! —gritó el segundo al mando—. Si el jefe los llegase a escuchar, pasarían lo que queda de invierno limpiando retretes. —Luego de decir aquello se le escapó un estornudo—. ¡Maldición!
—Bueno… —Kazuma también comenzaba a notar la caída de la temperatura—. ¿Entonces solo nos quedaremos aquí, sin hacer nada, esperando?
—Por mi pueden ponerse a conversar, para lo que me importa —gruño.
—Vale… —se giró hacia la chica que estaba al lado suyo—. ¿Quieres... hablar mientras esperamos?
La pregunto se le escapó de los labios. Por su serenidad y tono, pareciese que no hubiese pasado nada, como si recién se estuviesen conociendo. Para él no tenía nada de malo o incomodo, pero la experiencia le decía que la gente no solía tomarse tan bien su frescura al momento de plantear las cosas. Por lo que mantuvo una distancia, prudente, por si la reacción de la chica no era la esperada.