7/01/2017, 17:43
Los ojos oscuros del animal eran desafiantes, como si de un momento a otro estuviese dispuesta a embestir contra la desconocida que se encontraba frente a su querida casa. Se podía leer en el ambiente que no sentía interés por la rubia sin embargo no se movió, solo la observó durante todo el tiempo que se presentó entre la primera zancada de la joven cerca del vallado del hogar de Tamako.
Pero aquella desconocida no dudó en llamar a la dueña, alejada de la puerta de la casa. Y de la oveja, que lanzó un bufido.
Segundos después la puerta del lugar se abría con delicadeza, y unos dedos huesudos asomaban por ella, seguidos de un cabello rizado y rubio platino. Sus ojos, entornados y escondidos bajo unas diminutas gafas, escrutaban a la joven que había exclamado su nombre.
— ¿Quién es? — La mujer apartó la puerta y dejó salir su diminuto cuerpo acercándose a su animal mientras acariciaba su cabeza con cariño. — ¿Viene por el encargo? — Preguntó, con voz cansada.
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