7/01/2017, 19:53
El tiempo transcurría de forma lenta y tortuosa en aquella pequeña habitación. Kazuma se encontraba sentado en una fría silla metálica, frente a una mesa que hacía juego. Miro los alrededores, tratando de buscar algo que le distrajera, pero solo consiguió notar con más fuerza lo opresivo que resultaba aquel espacio. La lámpara que colgaba sobre su cabeza resultaba una auténtica tortura: Su luz era demasiado brillante, y por si fuera poco, emitía un constante y molesto pitido. El ruido se sincronizaba con aquel brillo blanco y mortecino, un momento se mantenía constante y al otro comenzaba a parpadear como si se fuera a apagar, solo para normalizarse y volver a su estado inicial.
«Vamos no te dejes sobrecoger por el ambiente —Respiraba profunda y pausadamente, en una especie de meditación—. Sin duda, el espacio está dispuesto de esta manera para provocar un gran estrés mental y hacer que te quiebres con mayor facilidad durante el interrogatorio.» Pese a todo, no podía evitar el creer que aquel sitio le hacía sentirse culpable de un crimen que no había cometido.
Su meditación se vio interrumpida con el sonido de la puerta que se habría detrás de él.
A la habitación entró con rapidez uno de los guardias, o eso parecía aunque no llevase la típica armadura de los que lo habían llevado a aquel sitio. Lo único que llevaba consigo era un traje formal, unos documentos y una taza de café. El sujeto busco la silla frente al Ishimura y se sentó en ella mientras parecía estarle ignorando. Abrió la carpeta que llevaba y leyó con lentitud su contenido, tomo un ruidoso sorbo de su humeante bebida y se reclinó en la silla.
—Veamos —comenzó a hablar de repente más consigo mismo que con el peliblanco—, mi nombre es Taniyasu Dangoro, oficial encargado de declaraciones e interrogatorios ¿y el tuyo?
Era un sujeto de aspecto enjuto y con apariencia de estar cansado. Era bastante pálido, como si casi nunca tomara el sol. Sus ojos se mantenían medio cerrados, casi de manera somnolienta, mientras que su mirada cambiaba de foco con cierta lentitud. Pese a aquello, tenia cierto aire de autoridad que resultaba un tanto inquietante.
—Ishimura Kazuma, genin de Uzushio —aseguro con absoluta calma.
—Bien, Kazuma-san —aquella actitud taciturna y voz calmada empeoraban el ambiente de la habitación—. Has causado un gran alboroto y te has metido en problemas, y eso no se puede pasar por alto, por más joven y... por más ninja que seas.
—Esto… —No estaba seguro de cómo contestar a una acusación que era tan contundente como herrada—. Más que causante…, creo que soy una víctima de todo lo sucedido. De igual forma el desastre fue culpa de aquel ladrón, y el resto solo fue una cuestión de lugar y momento equivocados.
—¿En serio? —Abrió la carpeta, repaso algunas líneas con los dedos y su mirada se torno adusta—. Aquí dice que tú y tu compinche trataron de escapar. ¿Si eres inocente porque intentaste huir? ¿No sabes que es contra ley darse a la fuga cuando estás bajo investigación, igual que el mentirle a un oficial durante una declaración?
—Vale —dijo, suspirando—. Eso fue otro malentendido, aquel pillo trato de escapar y simplemente trate de traerlo de vuelta para evitar problemas. Y aquella chica no es mi secuaz ni nada parecido, es solo una muchacha que se vio involucrada en el incidente.
—Malentendido… ¿Así que seguirás con eso? —Se levantó, y mientras se apoyaba contra la mesa observo al espadachín—. Quizás creas que esto es como en las novelas policiales, donde la astucia puede librarte de cualquier cargo, o donde hay un policía bueno y uno malo… Pues déjame decirte algo, chico: Tus mentiras no te salvarán, y aquí el único oficial soy yo, y no soy el bueno.
—¡Espere! ¿Me está amenazando? —La mirada del joven se endureció, tornándose acerada y desafiante. En ese momento se hizo consciente de que sus manos seguían atadas, y de que no le gustaba en nada lo osado y acusatorio de aquel parlamento.
Aquel sujeto no solo había pasado de un estado somnoliento a uno similar al de un fogon, sino que los mismos ánimos se estaban caldeando.
«Vamos no te dejes sobrecoger por el ambiente —Respiraba profunda y pausadamente, en una especie de meditación—. Sin duda, el espacio está dispuesto de esta manera para provocar un gran estrés mental y hacer que te quiebres con mayor facilidad durante el interrogatorio.» Pese a todo, no podía evitar el creer que aquel sitio le hacía sentirse culpable de un crimen que no había cometido.
Su meditación se vio interrumpida con el sonido de la puerta que se habría detrás de él.
A la habitación entró con rapidez uno de los guardias, o eso parecía aunque no llevase la típica armadura de los que lo habían llevado a aquel sitio. Lo único que llevaba consigo era un traje formal, unos documentos y una taza de café. El sujeto busco la silla frente al Ishimura y se sentó en ella mientras parecía estarle ignorando. Abrió la carpeta que llevaba y leyó con lentitud su contenido, tomo un ruidoso sorbo de su humeante bebida y se reclinó en la silla.
—Veamos —comenzó a hablar de repente más consigo mismo que con el peliblanco—, mi nombre es Taniyasu Dangoro, oficial encargado de declaraciones e interrogatorios ¿y el tuyo?
Era un sujeto de aspecto enjuto y con apariencia de estar cansado. Era bastante pálido, como si casi nunca tomara el sol. Sus ojos se mantenían medio cerrados, casi de manera somnolienta, mientras que su mirada cambiaba de foco con cierta lentitud. Pese a aquello, tenia cierto aire de autoridad que resultaba un tanto inquietante.
—Ishimura Kazuma, genin de Uzushio —aseguro con absoluta calma.
—Bien, Kazuma-san —aquella actitud taciturna y voz calmada empeoraban el ambiente de la habitación—. Has causado un gran alboroto y te has metido en problemas, y eso no se puede pasar por alto, por más joven y... por más ninja que seas.
—Esto… —No estaba seguro de cómo contestar a una acusación que era tan contundente como herrada—. Más que causante…, creo que soy una víctima de todo lo sucedido. De igual forma el desastre fue culpa de aquel ladrón, y el resto solo fue una cuestión de lugar y momento equivocados.
—¿En serio? —Abrió la carpeta, repaso algunas líneas con los dedos y su mirada se torno adusta—. Aquí dice que tú y tu compinche trataron de escapar. ¿Si eres inocente porque intentaste huir? ¿No sabes que es contra ley darse a la fuga cuando estás bajo investigación, igual que el mentirle a un oficial durante una declaración?
—Vale —dijo, suspirando—. Eso fue otro malentendido, aquel pillo trato de escapar y simplemente trate de traerlo de vuelta para evitar problemas. Y aquella chica no es mi secuaz ni nada parecido, es solo una muchacha que se vio involucrada en el incidente.
—Malentendido… ¿Así que seguirás con eso? —Se levantó, y mientras se apoyaba contra la mesa observo al espadachín—. Quizás creas que esto es como en las novelas policiales, donde la astucia puede librarte de cualquier cargo, o donde hay un policía bueno y uno malo… Pues déjame decirte algo, chico: Tus mentiras no te salvarán, y aquí el único oficial soy yo, y no soy el bueno.
—¡Espere! ¿Me está amenazando? —La mirada del joven se endureció, tornándose acerada y desafiante. En ese momento se hizo consciente de que sus manos seguían atadas, y de que no le gustaba en nada lo osado y acusatorio de aquel parlamento.
Aquel sujeto no solo había pasado de un estado somnoliento a uno similar al de un fogon, sino que los mismos ánimos se estaban caldeando.