6/06/2015, 16:05
Habiendo sido sentado cual muñeco de trapo, el peliblanco tampoco se tomó la acción como una agresión, de hecho coincidió en opinión con el rubio. Quizás estos no eran mas que campesinos, pero en tamaño industrial. Quizás algún rasgo de gigantismo circulaba por esa senda sanguínea, o a saber. Fuere como fuere, por ahora no pecaban de poco hospitalarios. Sendos chicos dijeron su lugar de procedencia, y el hombre quedó algo perdido. Quizás no sabía de las aldeas ocultas, realmente era probable.
— Hum... ps ni´dea. ¿So sta mu lehos? —
El chico quedó pensativo durante un instante, reflexionando en qué había preguntado, por lo cual tardó un poco en responder.
— Bueno, Kusagakure no está demasiado lejos. Sin embargo, Uzushiogakure si que pilla algo lejos. — Respondió tras los segundos de silencio.
Tras un rato, la mujer entró de nuevo a la sala, acompañada por un enorme cuenco de arroz en cada mano. Cada bol sería de al menos la cabeza de una persona normal, y para ellos no era mas que una ración de comida. De ahí quizás ese exagerado tamaño corporal. La mujer cursó ambos boles a los chicos, y se los ofreció a sendos genin.
— Qui tenei, que sus aproveche. —
Bajo el kilo de arroz, quedaban ahogadas un par de sardinas. El resto parecía simple arroz, aunque se notaba que estaba algo sazonado. Numerosas especias le daban al arroz un intenso sabor, y un pequeño toque picante. Sin duda, uno de los mejores arroces que los chicos pudiesen probar. Sin preámbulos, el rubio tomó los palillos que reposaban en el bol, y tomó la primera estocada de arroz.
— Dios! Ésto está buenísimo! — Proclamó a los cuatro vientos con la boca llena de arroz.
Sin demora, volvió a atacar al bol.
— Hum... ps ni´dea. ¿So sta mu lehos? —
El chico quedó pensativo durante un instante, reflexionando en qué había preguntado, por lo cual tardó un poco en responder.
— Bueno, Kusagakure no está demasiado lejos. Sin embargo, Uzushiogakure si que pilla algo lejos. — Respondió tras los segundos de silencio.
Tras un rato, la mujer entró de nuevo a la sala, acompañada por un enorme cuenco de arroz en cada mano. Cada bol sería de al menos la cabeza de una persona normal, y para ellos no era mas que una ración de comida. De ahí quizás ese exagerado tamaño corporal. La mujer cursó ambos boles a los chicos, y se los ofreció a sendos genin.
— Qui tenei, que sus aproveche. —
Bajo el kilo de arroz, quedaban ahogadas un par de sardinas. El resto parecía simple arroz, aunque se notaba que estaba algo sazonado. Numerosas especias le daban al arroz un intenso sabor, y un pequeño toque picante. Sin duda, uno de los mejores arroces que los chicos pudiesen probar. Sin preámbulos, el rubio tomó los palillos que reposaban en el bol, y tomó la primera estocada de arroz.
— Dios! Ésto está buenísimo! — Proclamó a los cuatro vientos con la boca llena de arroz.
Sin demora, volvió a atacar al bol.