15/01/2017, 04:18
Aquel era un día sumamente tranquilo sin ningún tipo de urgencia que la obligase a salir corriendo de casa ni de la aldea, tenía la posibilidad de desperdiciar su tiempo como mejor le pareciera pero claro, siendo una kunoichi tan mediocre como lo era ella, lo mejor era dedicarse a pulir sus habilidades aunque fuese con el mismo aire.
Con o sin compañeros de entrenamientos, la rubia tomó todas y cada una de sus espadas, las colgó por todo su cuerpo con su respectiva vaina y salió de casa con el conjunto azulado habitual sin el top de cuero cuya única función era abrigarla.
«Y pensar que el abuelo y papá podían manejar dieciséis espadas. »Pensaba la joven mientras deambulaba por las calles de la aldea sin prestar demasiada atención a nada, siquiera a una que otra mirada fugaz de algún peatón o comentario aleatorio. Después de todo, si no era por su atractivo físico la reconocían por la fama de su clan.
Pero mientras caminaba solitaria entre árboles de cerezo —Ignorando totalmente a las múltiples parejas que se hallaban en la escena— pudo distinguir cierta cabellera blanca de alguien que estaba completamente solo. Pero no solo eso, de alguna parte sentía que le conocía, aunque podía estarse confundiendo perfectamente, después de todo solo le llama la atención el color de su cabello, no podía decir que tuviese ningún otro rasgo que reconociera.
De todas maneras, la chica se acercó a este desconocido con el ceño ligeramente fruncido hasta una distancia prudente notando que este tenía la bandana de Uzushio a la vista aunque bastante suelta, probablemente estuviese haciendo el flojo.
—Hey, ¿te apetece entrenar un rato? —Soltaría con una sonrisa de medio lado dibujada en el rostro.
No quería sonar borde ni nada por el estilo, menos con un desconocido, aunque lo del entrenamiento era una simple excusa para acercarse a él y comprobar si es o no quién está pensando.
Con o sin compañeros de entrenamientos, la rubia tomó todas y cada una de sus espadas, las colgó por todo su cuerpo con su respectiva vaina y salió de casa con el conjunto azulado habitual sin el top de cuero cuya única función era abrigarla.
«Y pensar que el abuelo y papá podían manejar dieciséis espadas. »Pensaba la joven mientras deambulaba por las calles de la aldea sin prestar demasiada atención a nada, siquiera a una que otra mirada fugaz de algún peatón o comentario aleatorio. Después de todo, si no era por su atractivo físico la reconocían por la fama de su clan.
Pero mientras caminaba solitaria entre árboles de cerezo —Ignorando totalmente a las múltiples parejas que se hallaban en la escena— pudo distinguir cierta cabellera blanca de alguien que estaba completamente solo. Pero no solo eso, de alguna parte sentía que le conocía, aunque podía estarse confundiendo perfectamente, después de todo solo le llama la atención el color de su cabello, no podía decir que tuviese ningún otro rasgo que reconociera.
De todas maneras, la chica se acercó a este desconocido con el ceño ligeramente fruncido hasta una distancia prudente notando que este tenía la bandana de Uzushio a la vista aunque bastante suelta, probablemente estuviese haciendo el flojo.
—Hey, ¿te apetece entrenar un rato? —Soltaría con una sonrisa de medio lado dibujada en el rostro.
No quería sonar borde ni nada por el estilo, menos con un desconocido, aunque lo del entrenamiento era una simple excusa para acercarse a él y comprobar si es o no quién está pensando.