15/01/2017, 16:40
—Uchiha Haskoz… —Haskoz saboreó su ira apenas contenida como la miel más dulce, y soltó una corta carcajada cuando ella trató de mantener las piernas juntas por vergüenza—. No jodas y bájame.
El Uchiha ladeó la cabeza. Lo cierto era que estaba disfrutando con la visión que tenía frente a él. ¿Por qué, entonces, ponerle fin tan pronto? Sus ojos pasaron de la mirada esmeralda de ella hacia arriba, bajando por su cuerpo. Lo primero que le llamó la atención —aunque quizá el término llamarle la atención era quedarse corto—, fueron sus pechos. Grandes y prominentes como pocas veces había visto, que amenazaban con hacer estallar el fino bañador que las mantenía comprimidas. Siguió subiendo, no sin esfuerzo por apartar la mirada de aquella maravilla moldeada por los Dioses, hasta toparse con las katanas que tenía amarradas por todo el cuerpo. Eran muchas, demasiadas para usar todas a la vez. Se preguntó para qué querría tantas, y entonces, probablemente impaciente, la kunoichi cortó su hilo de pensamientos:
—¿Siempre haces estas estupideces?
El Uchiha le respondió con una sonrisa, para luego encogerse de hombros. Se llevó el mango del kunai a la boca y se anudó la bandana al cuello. Luego pasó su brazo izquierdo por los hombros de ella, y la alzó para poner su torso en horizontal. Seguidamente tomó de nuevo el kunai en su diestra y, de un salto, cortó el hilo que la mantenía presa, pasando acto seguido, en plena caída, su brazo derecho por debajo de las piernas de ella, para tomarla así en brazos y evitar que se diese de bruces contra el suelo.
—¿Todavía quieres ese entrenamiento? —preguntó, serio. Todavía no la había soltado.
El Uchiha ladeó la cabeza. Lo cierto era que estaba disfrutando con la visión que tenía frente a él. ¿Por qué, entonces, ponerle fin tan pronto? Sus ojos pasaron de la mirada esmeralda de ella hacia arriba, bajando por su cuerpo. Lo primero que le llamó la atención —aunque quizá el término llamarle la atención era quedarse corto—, fueron sus pechos. Grandes y prominentes como pocas veces había visto, que amenazaban con hacer estallar el fino bañador que las mantenía comprimidas. Siguió subiendo, no sin esfuerzo por apartar la mirada de aquella maravilla moldeada por los Dioses, hasta toparse con las katanas que tenía amarradas por todo el cuerpo. Eran muchas, demasiadas para usar todas a la vez. Se preguntó para qué querría tantas, y entonces, probablemente impaciente, la kunoichi cortó su hilo de pensamientos:
—¿Siempre haces estas estupideces?
El Uchiha le respondió con una sonrisa, para luego encogerse de hombros. Se llevó el mango del kunai a la boca y se anudó la bandana al cuello. Luego pasó su brazo izquierdo por los hombros de ella, y la alzó para poner su torso en horizontal. Seguidamente tomó de nuevo el kunai en su diestra y, de un salto, cortó el hilo que la mantenía presa, pasando acto seguido, en plena caída, su brazo derecho por debajo de las piernas de ella, para tomarla así en brazos y evitar que se diese de bruces contra el suelo.
—¿Todavía quieres ese entrenamiento? —preguntó, serio. Todavía no la había soltado.
¡Agradecimientos a Daruu por el dibujo de PJ y avatar tan OP! ¡Y a Reiji y Ayame por la firmaza! Si queréis una parecida, este es el lugar adecuado