7/06/2015, 15:41
Luego de que ambos chicos dieran a conocer su lugar de origen, aquel hombre se quedo pensativo como si tratara de recordar algo. Pero aparentemente no tenía idea de donde quedaban aquellos lugares de los cuales le estaban hablando, por lo que intuyo que se encontraban muy lejos. Al menos eso fue lo que dio a entender con sus ahora más comprensibles palabras.
«Creo que es bastante entendible, para una persona que vive lejos de la capital y de las rutas de viaje, es bastante difícil el enterarse de donde y que tan lejos esta cada lugar» —pensó mientras el genin rubio ofrecía una rápida y simple explicación por parte de ambos.
El ambiente había pasado de estar en tensión, a algo más relajado. Como si desde un principio aquella hubiese sido una visita social, y al parecer esa era la manera en que se lo estaban tomando aquellos gigantes.
«Oh, huele muy bien» —Juzgo el Ishimura, mientras la puerta de la cocina se abría, para dejar pasar a la señora que traía en sus manos dos enorme platos humeantes.
Desde la altura de Kazuma le era imposible ver que contenían aquellos platos hondos. Al principio pensó que eran cuencos como los que se utilizan para el arroz, pero eran demasiado grandes. Mientras pensaba en ello, el señor se levanto para ir al centro de la sala donde se encontraba una enorme mesa de madera, tan grande que seguramente se necesito de un roble entero para fabricarla. Una vez allí, el gigante levanto la mesa con cierta facilidad para luego ubicarla en donde se encontraban los jóvenes. Todo aquello mientras el peliblanco veía con la boca abierta como una persona “normal” cargaba un mueble de posiblemente más de doscientos kilos, como si fuera una baratija.
Una vez que la mesa estuvo puesta frente a él, el ojos grises noto algo peculiar mientras miraba a su par viajero. La mesa le quedaba a la altura del cuello al chico rubio, por lo que para él, que era el más bajo en aquel sitio quedaba por sobre su frente. Por lo que tuvo que arrodillarse en la silla para poder quedar de frente a la comida que le habían servido. En ese momento se dio cuenta de que le habían servido un tazón gigantesco de arroz.
«Huele delicioso, ¿Me pregunto si sabrá igual? Pero es mucho, ¿Podre terminármelo?» —mientras se debatía con sus pensamientos, el chico de Kusa ya había atacado sus alimentos, para luego exclamar que estaba suculento, con suficiente ímpetu para que todo le oyeran.
Por lo que siguiendo los pasos de su compañero, el chico de Uzu dejo que su hambre lo guiara hacia la comida. Luego de probar unos cuantos bocados, pudo entender la reacción de su compañero. No solo era el primer arroz que degustaba en días, sino que también era el mejor que hubiese probado alguna vez.
«Cielos, que bueno esta» —se aseguro a sí mismo, mientras se daba cuenta que ya no tendría que preocuparse por dejar arroz en el plato.
«Creo que es bastante entendible, para una persona que vive lejos de la capital y de las rutas de viaje, es bastante difícil el enterarse de donde y que tan lejos esta cada lugar» —pensó mientras el genin rubio ofrecía una rápida y simple explicación por parte de ambos.
El ambiente había pasado de estar en tensión, a algo más relajado. Como si desde un principio aquella hubiese sido una visita social, y al parecer esa era la manera en que se lo estaban tomando aquellos gigantes.
«Oh, huele muy bien» —Juzgo el Ishimura, mientras la puerta de la cocina se abría, para dejar pasar a la señora que traía en sus manos dos enorme platos humeantes.
Desde la altura de Kazuma le era imposible ver que contenían aquellos platos hondos. Al principio pensó que eran cuencos como los que se utilizan para el arroz, pero eran demasiado grandes. Mientras pensaba en ello, el señor se levanto para ir al centro de la sala donde se encontraba una enorme mesa de madera, tan grande que seguramente se necesito de un roble entero para fabricarla. Una vez allí, el gigante levanto la mesa con cierta facilidad para luego ubicarla en donde se encontraban los jóvenes. Todo aquello mientras el peliblanco veía con la boca abierta como una persona “normal” cargaba un mueble de posiblemente más de doscientos kilos, como si fuera una baratija.
Una vez que la mesa estuvo puesta frente a él, el ojos grises noto algo peculiar mientras miraba a su par viajero. La mesa le quedaba a la altura del cuello al chico rubio, por lo que para él, que era el más bajo en aquel sitio quedaba por sobre su frente. Por lo que tuvo que arrodillarse en la silla para poder quedar de frente a la comida que le habían servido. En ese momento se dio cuenta de que le habían servido un tazón gigantesco de arroz.
«Huele delicioso, ¿Me pregunto si sabrá igual? Pero es mucho, ¿Podre terminármelo?» —mientras se debatía con sus pensamientos, el chico de Kusa ya había atacado sus alimentos, para luego exclamar que estaba suculento, con suficiente ímpetu para que todo le oyeran.
Por lo que siguiendo los pasos de su compañero, el chico de Uzu dejo que su hambre lo guiara hacia la comida. Luego de probar unos cuantos bocados, pudo entender la reacción de su compañero. No solo era el primer arroz que degustaba en días, sino que también era el mejor que hubiese probado alguna vez.
«Cielos, que bueno esta» —se aseguro a sí mismo, mientras se daba cuenta que ya no tendría que preocuparse por dejar arroz en el plato.