22/01/2017, 03:42
La anciana repitió el mismo proceso que con Haskoz, ofreciéndole a Noemi un idéntico palito con tres dangos atravesados y bañados en una especie de caramelo. Todo sobre un trocito de cartón para que el líquido no fuese cayendo por el suelo.
El Uchiha ya estaba buscando sitio para sentarse —cosa fácil, pues las pocas mesas que componían aquel puesto de dangos se encontraban vacías—, y había decidido que el mejor sitio era una mesa que estaba junto a una ventana, con vistas al Jardín de los Cerezos, cuando alguien surgió de pronto de la puerta que había tras la barra.
—¡Abuela! —Era una cría de ocho años, con el símbolo de Uzushiogakure estampado en su camiseta, roja, y un pelo largo recogido en un moño, al igual que su abuela—. ¡Dijiste que me avisarías cuando entrasen nuevos clientes! —gritó con voz estridente, hecha una furia.
—Oh, se me olvidó, tesoro —la niña hizo caso omiso de las explicaciones de la abuela, tomando una gran copa de cristal que había tras la barra—. Pero por favor, no empieces a molestar a los pobres chicos con tus experimentos raros con helados…
—No son helados, abuela. ¡Son granizados! Y algo tendremos que cambiar si queremos atraer a nuevos clientes… ¡Evolucionar o morir, abuela! ¡Evolucionar o morir!
La abuela se quedó, por un momento, perpleja.
—Evolucionar o… ¿Quién te ha metido esa frase en la cabeza?
Pero la nieta no la escuchaba. Había corrido hacia una especie de tanque de cristal, en cuyo interior había un líquido amarillo, y se apresuró a colocar la copa bajo lo que parecía un grifo que salía del cristal. Apretó un botón y un líquido espeso y en parte congelado empezó a rellenar la copa. Cuando estuvo a media altura, la niña pasó el vaso hacia la abertura de otro pequeño tanque de cristal, y esta vez el líquido que cayó era de un color rosado.
Una vez lleno —quedando el líquido amarillo abajo y el rosa arriba—, realizó un pequeño corte sobre una fresa y la colocó en el borde del vaso. Finalmente, le puso dos pajitas largas.
—¡Kunoichi-san, shinobi-san, por favor, aceptad mi granizado como obsequio! —exclamó, ni corta ni perezosa, mientras hacía una profunda reverencia—. ¡Por favor, solo os pido que me digáis vuestra opinión a cambio!
Vaya con la niña, no pudo evitar pensar, mientras esbozaba una sonrisa de forma inconsciente. Atrevida y con carácter, como toda buena Uzureña.
El Uchiha ya estaba buscando sitio para sentarse —cosa fácil, pues las pocas mesas que componían aquel puesto de dangos se encontraban vacías—, y había decidido que el mejor sitio era una mesa que estaba junto a una ventana, con vistas al Jardín de los Cerezos, cuando alguien surgió de pronto de la puerta que había tras la barra.
—¡Abuela! —Era una cría de ocho años, con el símbolo de Uzushiogakure estampado en su camiseta, roja, y un pelo largo recogido en un moño, al igual que su abuela—. ¡Dijiste que me avisarías cuando entrasen nuevos clientes! —gritó con voz estridente, hecha una furia.
—Oh, se me olvidó, tesoro —la niña hizo caso omiso de las explicaciones de la abuela, tomando una gran copa de cristal que había tras la barra—. Pero por favor, no empieces a molestar a los pobres chicos con tus experimentos raros con helados…
—No son helados, abuela. ¡Son granizados! Y algo tendremos que cambiar si queremos atraer a nuevos clientes… ¡Evolucionar o morir, abuela! ¡Evolucionar o morir!
La abuela se quedó, por un momento, perpleja.
—Evolucionar o… ¿Quién te ha metido esa frase en la cabeza?
Pero la nieta no la escuchaba. Había corrido hacia una especie de tanque de cristal, en cuyo interior había un líquido amarillo, y se apresuró a colocar la copa bajo lo que parecía un grifo que salía del cristal. Apretó un botón y un líquido espeso y en parte congelado empezó a rellenar la copa. Cuando estuvo a media altura, la niña pasó el vaso hacia la abertura de otro pequeño tanque de cristal, y esta vez el líquido que cayó era de un color rosado.
Una vez lleno —quedando el líquido amarillo abajo y el rosa arriba—, realizó un pequeño corte sobre una fresa y la colocó en el borde del vaso. Finalmente, le puso dos pajitas largas.
—¡Kunoichi-san, shinobi-san, por favor, aceptad mi granizado como obsequio! —exclamó, ni corta ni perezosa, mientras hacía una profunda reverencia—. ¡Por favor, solo os pido que me digáis vuestra opinión a cambio!
Vaya con la niña, no pudo evitar pensar, mientras esbozaba una sonrisa de forma inconsciente. Atrevida y con carácter, como toda buena Uzureña.
¡Agradecimientos a Daruu por el dibujo de PJ y avatar tan OP! ¡Y a Reiji y Ayame por la firmaza! Si queréis una parecida, este es el lugar adecuado