29/01/2017, 23:52
(Última modificación: 31/01/2017, 04:32 por Hanamura Kazuma.)
“Este sitio es mucho más impresionante de lo que jamás hubiese imaginado”, pensó mientras observaba el agua caer velozmente por la cascada.
Kōtetsu había leído muchas historias en las cuales se hacía referencia al Valle del Fin. Eran cuentos que lo describían como un lugar imponente y sobrecogedor, de carácter místico y legendario. Siempre creyó que cuando lo vieran algunos de los relatos demostraría ser verdaderamente exacto en lo referente a lo que se sentía el estar ahí. Pero lo cierto es que todas aquellas descripciones se quedaban groseramente cortas y faltas de detalles. Incluso aquellos que eran civiles no podían evitar el sentirse mágicamente conectados con toda la historia asentada en aquella ubicación. El tambien podia sentir algo en su interior, pero no supo decir qué era o si tenía que ver con ser un ninja.
—Veamos a quién pertenece cada una de estas estatuas —se dijo mientras revisaba el pequeño folleto que le habían dado en una cercana tienda de turistas—. Este debe ser Uzumaki Shiomaru. La que está enfrente es Koichi Riona. Y esa de allá tiene que ser la de Sumizu Kouta.
El Hakagurē se encontraba parado allí como un mero turista, aunque su intención original era estudiar aquel sitio. Le habían dicho que aquel lugar representaba muchas cosas para los que ahora compartían oficio con él, por lo que era frecuente que tanto shinobis como kunoichis de todas las aldeas peregrinaran hasta allí con la intención de encontrarse a sí mismo o de acercarse más a sus raíces. Tomando aquello como verdadero, la mejor forma de entender a los ninjas en general era acercarse a aquel sitio y buscar a algunos de sus similares para conversar sobre lo que aquella formación artificial les hacía sentir o pensar.
“Vale… la parte fácil era venir, a pesar de lo agotadoramente largo del viaje. Ahora solo queda encontrar a alguien a quien preguntarle cosas —comenzó a caminar cerca del borde del acantilado, buscando con la vista a cualquier que pareciese un ninja—. Algo me dice que esta será la parte difícil; puedo saber quien es un soldado o un campesino, ¿pero cómo se supone que luce un ninja?”
Bien podría acercarse a todo aquel que quisiera a ver si tenían alguna bandana, pero aquello se vería sospechoso y lo último que necesitaba era comenzar una pelea al invadir el espacio personal de alguien más.
Kōtetsu había leído muchas historias en las cuales se hacía referencia al Valle del Fin. Eran cuentos que lo describían como un lugar imponente y sobrecogedor, de carácter místico y legendario. Siempre creyó que cuando lo vieran algunos de los relatos demostraría ser verdaderamente exacto en lo referente a lo que se sentía el estar ahí. Pero lo cierto es que todas aquellas descripciones se quedaban groseramente cortas y faltas de detalles. Incluso aquellos que eran civiles no podían evitar el sentirse mágicamente conectados con toda la historia asentada en aquella ubicación. El tambien podia sentir algo en su interior, pero no supo decir qué era o si tenía que ver con ser un ninja.
—Veamos a quién pertenece cada una de estas estatuas —se dijo mientras revisaba el pequeño folleto que le habían dado en una cercana tienda de turistas—. Este debe ser Uzumaki Shiomaru. La que está enfrente es Koichi Riona. Y esa de allá tiene que ser la de Sumizu Kouta.
El Hakagurē se encontraba parado allí como un mero turista, aunque su intención original era estudiar aquel sitio. Le habían dicho que aquel lugar representaba muchas cosas para los que ahora compartían oficio con él, por lo que era frecuente que tanto shinobis como kunoichis de todas las aldeas peregrinaran hasta allí con la intención de encontrarse a sí mismo o de acercarse más a sus raíces. Tomando aquello como verdadero, la mejor forma de entender a los ninjas en general era acercarse a aquel sitio y buscar a algunos de sus similares para conversar sobre lo que aquella formación artificial les hacía sentir o pensar.
“Vale… la parte fácil era venir, a pesar de lo agotadoramente largo del viaje. Ahora solo queda encontrar a alguien a quien preguntarle cosas —comenzó a caminar cerca del borde del acantilado, buscando con la vista a cualquier que pareciese un ninja—. Algo me dice que esta será la parte difícil; puedo saber quien es un soldado o un campesino, ¿pero cómo se supone que luce un ninja?”
Bien podría acercarse a todo aquel que quisiera a ver si tenían alguna bandana, pero aquello se vería sospechoso y lo último que necesitaba era comenzar una pelea al invadir el espacio personal de alguien más.