8/06/2015, 21:08
El chico, tras dar una primera estocada al arroz, no pudo sostener en su rostro otra cosa que no fuese sorpresa. En vida jamás hubiese imaginado de ese intenso sabor en el arroz, y eso que llevaba días comiendo de éste cansino manjar durante un par de días... Incluso llegó a pasarsele una locura por la cabeza.
"¿Será... éste el arroz que no se pasa?"
El chico agitó repetidamente la cabeza, sacándose ese pensamiento de la sesera. Casi como un perro, y rápidamente volvió a atacar su plato. Bueno, quien dice su plato dice su bol de tamaño industria petrolífera. Enorme se quedaba corto para definir el tamaño del susodicho bol. Era dantesco, monstruoso... una barbaridad para una sola persona. Frente a él, casi a la altura de su cabeza, sobre la mesa, el bol parecía interminable. Pese a ello, el chico no cesó en intentar acabarlo. Comió y comió, hasta que la mandíbula le dolió tanto como el estómago, una vez ahí, el chico llegó a su límite.
El chico soltó un pequeño suspiro, lleno como un pavo en navidad. Tras ello, se asomó a ver el interior del bol. Para su sorpresa, el maldito aún estaría por la mitad. Esto parecía una broma en la que te echan mas comida cuando uno se distrae... solo que en ésta el bol había de tener un falso fondo y nunca acababa la comida. Si no fuese porque la mujer lo había traído, y la mesa la habían puesto ante ellos mas tarde, la verdad es que el chico hubiese mirado bajo éste, solo por curiosidad.
"Dios... ésto no termina..."
Echó la vista al lado, y observó por un instante a su compañero. Se llevó las manos a la barriga por un instante, y dejó caer otro suspiro de profunda desesperación.
— Tío.... ésto es interminable.... aquí hay comida para diez personas... — Le comentó en voz baja.
Lejos de pretender ser desagradable con los gigantes, el chico tan solo pretendía conocer si su compañero andaba en igual situación. Tras esa breve pausa, el chico volvió a atacar su plato. Volvió a tomar los palillos, y comenzó a propinarle ahora mas lentas estocadas. Realmente se apreciaba, pero es que ya su estómago no daba para mas. Era obvio, ellos no tenían un cuerpo del tamaño de los dueños de la casa.
Cuando el chico iba ya a casi toda vela, el arroz se le quedó algo trabado en la garganta. El chico soltó el par de palillos, y se propinó un par de golpes en el pecho con su diestra cerrada. Por suerte para él, el arroz terminó bajando. Por el buen lado encima, éste chico tenía suerte.
— Disculpa... ¿Podrían darme un vaso de agua si no es mucha molestia? — Preguntó el rubio.
Casi al instante, la mujer se dirigió hacia la cocina. En el transcurso, se llevó la zurda a la cabeza.
— Ya disia yio que se molvidaba argo... —
El hombre, quedó incluso dormido en la improvisada cena. Realmente se le veía cansado, en su rígido asiento, se sentiría como en el maldito edén. Después de un largo jornal en la cosecha, no era algo de extrañar.
"¿Será... éste el arroz que no se pasa?"
El chico agitó repetidamente la cabeza, sacándose ese pensamiento de la sesera. Casi como un perro, y rápidamente volvió a atacar su plato. Bueno, quien dice su plato dice su bol de tamaño industria petrolífera. Enorme se quedaba corto para definir el tamaño del susodicho bol. Era dantesco, monstruoso... una barbaridad para una sola persona. Frente a él, casi a la altura de su cabeza, sobre la mesa, el bol parecía interminable. Pese a ello, el chico no cesó en intentar acabarlo. Comió y comió, hasta que la mandíbula le dolió tanto como el estómago, una vez ahí, el chico llegó a su límite.
El chico soltó un pequeño suspiro, lleno como un pavo en navidad. Tras ello, se asomó a ver el interior del bol. Para su sorpresa, el maldito aún estaría por la mitad. Esto parecía una broma en la que te echan mas comida cuando uno se distrae... solo que en ésta el bol había de tener un falso fondo y nunca acababa la comida. Si no fuese porque la mujer lo había traído, y la mesa la habían puesto ante ellos mas tarde, la verdad es que el chico hubiese mirado bajo éste, solo por curiosidad.
"Dios... ésto no termina..."
Echó la vista al lado, y observó por un instante a su compañero. Se llevó las manos a la barriga por un instante, y dejó caer otro suspiro de profunda desesperación.
— Tío.... ésto es interminable.... aquí hay comida para diez personas... — Le comentó en voz baja.
Lejos de pretender ser desagradable con los gigantes, el chico tan solo pretendía conocer si su compañero andaba en igual situación. Tras esa breve pausa, el chico volvió a atacar su plato. Volvió a tomar los palillos, y comenzó a propinarle ahora mas lentas estocadas. Realmente se apreciaba, pero es que ya su estómago no daba para mas. Era obvio, ellos no tenían un cuerpo del tamaño de los dueños de la casa.
Cuando el chico iba ya a casi toda vela, el arroz se le quedó algo trabado en la garganta. El chico soltó el par de palillos, y se propinó un par de golpes en el pecho con su diestra cerrada. Por suerte para él, el arroz terminó bajando. Por el buen lado encima, éste chico tenía suerte.
— Disculpa... ¿Podrían darme un vaso de agua si no es mucha molestia? — Preguntó el rubio.
Casi al instante, la mujer se dirigió hacia la cocina. En el transcurso, se llevó la zurda a la cabeza.
— Ya disia yio que se molvidaba argo... —
El hombre, quedó incluso dormido en la improvisada cena. Realmente se le veía cansado, en su rígido asiento, se sentiría como en el maldito edén. Después de un largo jornal en la cosecha, no era algo de extrañar.