31/01/2017, 05:15
Kōtetsu seguía caminando sin un rumbo fijo, limitándose a seguir el irregular borde del acantilado que se abría frente a él. Era de los pocos que se atrevía a hacer aquello, pues en las inmediaciones había gran cantidad de viejos letreros que advertían sobre los frecuente rocas húmedas que habían enviado a más de un incauto a hacer compañía a los espíritus de los difuntos que yacían en el sitio a donde descendían las aguas. Pero tal cosa sólo representaba un peligro para los civiles; cualquier ninja tendría el suficiente sentido común como para utilizar un poco de chakra para mantener sus pies firmemente unidos al suelo.
“Es curioso, pero se siente como si las estatuas sólo quisieran que se acercaran aquellos dignos de llamarse ninjas”, pensó mientras distribuía cuidadosamente el chakra a través de sus plantas.
Una tenue sonrisa se manifestó en su rostro cuando se encontró a sí mismo pensando en lo hilarante que era el hecho de que se le considerara un ninja solo por saber usar el chakra.
Continuo caminando, tratando de divisar algún lugar tranquilo en donde la vista prometiese ser aún más espectacular que la que ya tenía. En el borde más alejado del precipicio donde se encontraba, divisó un lugar ideal para sus fines de observación: Se trataba de una enorme roca que sobresalía de entre las aguas. Su superficie era completamente plana y se encontraba en la posición ideal para apreciar el paisaje sin llegar a mojarse, similar a las piedras en que las criaturas de rio utilizan para tomar el sol mientras descansan. Solo que esta piedra era idónea e irresistible para los de su oficio.
“Veamos, bajo por aquí, saltó aquel borde y desciendo por aquella pared…” Estaba tratando de trazar un camino para llegar a tan codiciado lugar, pues su ubicación resultaba ser un tanto problemática, lo suficiente como para que solo un ninja pudiese llegar hasta ella.
Luego de unos minutos de maniobras delicadas, logró llegar sin ningún percance al sitio que tanto deseaba. El ambiente ahí resultaba mejor de lo que había imaginado; cálido, solitario y con una vista sólo comprensible por quienes hubiesen estado allí antes que él.
“Ahora solo queda esperar cuál pescador —se dijo mientras se sentaba en el borde de la roca, con sus pies colgando hacia el vacío, como si estuviese pescando—. Es un lugar un poco apartado, pero creo que algún ninja deberá de asomarse por aquí. Puede que incluso sea el lugar especial de alguno. Si eso es cierto, podría hacerme con la ocasión ideal para hablar un poco”
Sabía que debía de ser así, pues la atmósfera tenía algo solemne y cautivante, lo suficiente como para hacer que las palabras brotarán desde el más cerrado de los corazones. Antes de darse cuenta, se encontraba con el mentón apoyado sobre las palmas, embelesado con el tenue arcoíris que formaba el roció de la cascada mientras que las aves que había espantado con su llegada volvían a posarse a su alrededor. Y ahí se quedó, de espaldas, esperando la llegada de gente a la que no conocía para conversar sobre cosas que no entendía.
“Es curioso, pero se siente como si las estatuas sólo quisieran que se acercaran aquellos dignos de llamarse ninjas”, pensó mientras distribuía cuidadosamente el chakra a través de sus plantas.
Una tenue sonrisa se manifestó en su rostro cuando se encontró a sí mismo pensando en lo hilarante que era el hecho de que se le considerara un ninja solo por saber usar el chakra.
Continuo caminando, tratando de divisar algún lugar tranquilo en donde la vista prometiese ser aún más espectacular que la que ya tenía. En el borde más alejado del precipicio donde se encontraba, divisó un lugar ideal para sus fines de observación: Se trataba de una enorme roca que sobresalía de entre las aguas. Su superficie era completamente plana y se encontraba en la posición ideal para apreciar el paisaje sin llegar a mojarse, similar a las piedras en que las criaturas de rio utilizan para tomar el sol mientras descansan. Solo que esta piedra era idónea e irresistible para los de su oficio.
“Veamos, bajo por aquí, saltó aquel borde y desciendo por aquella pared…” Estaba tratando de trazar un camino para llegar a tan codiciado lugar, pues su ubicación resultaba ser un tanto problemática, lo suficiente como para que solo un ninja pudiese llegar hasta ella.
Luego de unos minutos de maniobras delicadas, logró llegar sin ningún percance al sitio que tanto deseaba. El ambiente ahí resultaba mejor de lo que había imaginado; cálido, solitario y con una vista sólo comprensible por quienes hubiesen estado allí antes que él.
“Ahora solo queda esperar cuál pescador —se dijo mientras se sentaba en el borde de la roca, con sus pies colgando hacia el vacío, como si estuviese pescando—. Es un lugar un poco apartado, pero creo que algún ninja deberá de asomarse por aquí. Puede que incluso sea el lugar especial de alguno. Si eso es cierto, podría hacerme con la ocasión ideal para hablar un poco”
Sabía que debía de ser así, pues la atmósfera tenía algo solemne y cautivante, lo suficiente como para hacer que las palabras brotarán desde el más cerrado de los corazones. Antes de darse cuenta, se encontraba con el mentón apoyado sobre las palmas, embelesado con el tenue arcoíris que formaba el roció de la cascada mientras que las aves que había espantado con su llegada volvían a posarse a su alrededor. Y ahí se quedó, de espaldas, esperando la llegada de gente a la que no conocía para conversar sobre cosas que no entendía.