9/06/2015, 00:20
Kyou se pegó un buen susto ante el grito de quien ingresaba a escena, sacudiéndose levemente mientras la mirada cambiaba de dirección en su búsqueda o a la vez que se agachaba un poco, flexionando las rodillas, separando un poco las piernas, extendiendo los brazos hacia los lados como para hacer equilibrio y definitivamente levantando la guardia más por miedo que por verdadera precaución.
Casi de inmediato alzó la mano derecha para tomar la banda ninja de su cuello, apretándola con fuerza al sacarla del ligero escondite que proporcionaban aquellos ropajes sin color y holgados que vestía.
Tomar la insignia metálica era para anunciarse como un oriundo de por allí. Tragó saliva ante los nervios.
¿Cómo recuperarse de aquella situación? ¿Cómo demostrar que era realmente un shinobi y no un cobarde que se había asustado ante tres gritos locos que le tomaron por sorpresa? Muchas incógnitas de este tipo surgían poco a poco entre sus pensamientos, mientras se incorporaba lentamente, aún sin mencionar siquiera una sílaba.
Los labios del chico se separaron temblorosos, estuvo a punto de hablar, pero volvió a mostrarse callado.
Un mano se alzó, balanceándose de izquierda a derecha para corresponder el saludo. Luego continuó elevándose y pasándose por su frente, deslizándose hacia su cabellera con suavidad hasta introducir los dedos entre los mechones que sobraban y pronto quedarían perfectamente simétricos.
Todo esto no tomó más que unos míseros pares de segundos, pero para él fue una eternidad.
— Soy de aquí. — esbozó finalmente luego de carraspear un poco. Tenía voz.
Kyou no se fijó en si aquel que estaba lejos era una amenaza para él, simplemente guardó las manos dentro de sus bolsillos y entrecerró los ojos tras finalmente hablar. Estudiaría de este modo el aspecto de quien se convertiría en su interlocutor, manteniendo una distancia inicial de siete u ocho metros aproximadamente.
— Es el bosque de hongos del País del Bosque. — intentó dar una orientación al muchacho, simple y fríamente. No creía tener mucho más que decir, o siquiera algo que aportar... Sin la pregunta adecuada, solo silencio.
Casi de inmediato alzó la mano derecha para tomar la banda ninja de su cuello, apretándola con fuerza al sacarla del ligero escondite que proporcionaban aquellos ropajes sin color y holgados que vestía.
Tomar la insignia metálica era para anunciarse como un oriundo de por allí. Tragó saliva ante los nervios.
¿Cómo recuperarse de aquella situación? ¿Cómo demostrar que era realmente un shinobi y no un cobarde que se había asustado ante tres gritos locos que le tomaron por sorpresa? Muchas incógnitas de este tipo surgían poco a poco entre sus pensamientos, mientras se incorporaba lentamente, aún sin mencionar siquiera una sílaba.
Los labios del chico se separaron temblorosos, estuvo a punto de hablar, pero volvió a mostrarse callado.
Un mano se alzó, balanceándose de izquierda a derecha para corresponder el saludo. Luego continuó elevándose y pasándose por su frente, deslizándose hacia su cabellera con suavidad hasta introducir los dedos entre los mechones que sobraban y pronto quedarían perfectamente simétricos.
Todo esto no tomó más que unos míseros pares de segundos, pero para él fue una eternidad.
— Soy de aquí. — esbozó finalmente luego de carraspear un poco. Tenía voz.
Kyou no se fijó en si aquel que estaba lejos era una amenaza para él, simplemente guardó las manos dentro de sus bolsillos y entrecerró los ojos tras finalmente hablar. Estudiaría de este modo el aspecto de quien se convertiría en su interlocutor, manteniendo una distancia inicial de siete u ocho metros aproximadamente.
— Es el bosque de hongos del País del Bosque. — intentó dar una orientación al muchacho, simple y fríamente. No creía tener mucho más que decir, o siquiera algo que aportar... Sin la pregunta adecuada, solo silencio.