6/02/2017, 05:30
—Para serte sincero, no creo que yo sea la persona más adecuada para responderte— Añadio.
La incomodidad de hace un rato había vuelto. Mientras sus dientes infructuosamente intentaban clavarse en la madera, pensaba otra vez en que se suponía que debía encontrar en aquel lugar. Cerró los ojos, visualizando en su cabeza el mismo paisaje que tenía enfrente. Hace muchos años que se habían dictado las normas que todo shinobi seguía, cada una con sus propias contradicciones.
"Tantos siglos, tantas décadas, tantos lustros. Y las piedras no hablan"
Fue entonces que el ofrecimiento del Hakagurē le agarró de improvisto. Mostrando una expresión de sorpresa y duda, contraria a la seriedad que había estado mostrando hasta ese momento. Además, no le parecía para nada gracioso el chascarrillo que acababa de soltar sobre sí mismo el moreno de Uzu.
—Oeh, eso no es motivo para broma eh. No te lo digo a mal, pero algún día eso te va a acarrear problemas.
Sin embargo, no tenía una respuesta, o mejor dicho, una pregunta para Kōtetsu.
No quería saber nada en especial, ninguna duda en particular. En ese sentido, el joven Isa era bastante simple. No deseaba nada por lo general, y no había nada -según él- que el espadachín peliblanco pudiera decirle que fuese de su interés. Su vista se posó sobre la nada, enajenado por unos instantes. Siendo que cuando por fin volvió a concentrarse su expresión era difícil de describir, era como si estuviese confundido y un poco más expuesto.
—No sé— Parecía algo esquivo —Pregunta por pregunta, hay respuesta, pero no pregunta— Remató.
La cosita más simple, había terminado por descolocarlo. Pero es que esa clase de situaciones son las que él no puede entender.
La incomodidad de hace un rato había vuelto. Mientras sus dientes infructuosamente intentaban clavarse en la madera, pensaba otra vez en que se suponía que debía encontrar en aquel lugar. Cerró los ojos, visualizando en su cabeza el mismo paisaje que tenía enfrente. Hace muchos años que se habían dictado las normas que todo shinobi seguía, cada una con sus propias contradicciones.
"Tantos siglos, tantas décadas, tantos lustros. Y las piedras no hablan"
Fue entonces que el ofrecimiento del Hakagurē le agarró de improvisto. Mostrando una expresión de sorpresa y duda, contraria a la seriedad que había estado mostrando hasta ese momento. Además, no le parecía para nada gracioso el chascarrillo que acababa de soltar sobre sí mismo el moreno de Uzu.
—Oeh, eso no es motivo para broma eh. No te lo digo a mal, pero algún día eso te va a acarrear problemas.
Sin embargo, no tenía una respuesta, o mejor dicho, una pregunta para Kōtetsu.
No quería saber nada en especial, ninguna duda en particular. En ese sentido, el joven Isa era bastante simple. No deseaba nada por lo general, y no había nada -según él- que el espadachín peliblanco pudiera decirle que fuese de su interés. Su vista se posó sobre la nada, enajenado por unos instantes. Siendo que cuando por fin volvió a concentrarse su expresión era difícil de describir, era como si estuviese confundido y un poco más expuesto.
—No sé— Parecía algo esquivo —Pregunta por pregunta, hay respuesta, pero no pregunta— Remató.
La cosita más simple, había terminado por descolocarlo. Pero es que esa clase de situaciones son las que él no puede entender.