6/02/2017, 23:40
Una de las cosas más gratificantes de poseer una máscara que te deja convertirte en casi cualquier animal que habita en el mundo es que se puede ver cumplido el sueño de casi cualquier ser humano: Volar.
Para Reiji era más que un sueño y a la vez era una realidad. Había nacido sin sus ojos y gracias a la familia de cuervos shinobi que era amiga de sus padres consiguió unos ojos, aunque de cuervo. Desde entonces muchas veces había soñado con alzar el vuelo, se sentía mucho más animal que persona, quería abrir sus alas y alzar el vuelo. Como los cuervos.
La máscara no solo le permitía al muchacho transformarse en animales, sino que además le concedía sus características, como volar si se transformaba en un pájaro o respirar bajo el agua si lo hacía en un pez. En varios sentidos, todo aquello le daba ciertas ventajas, claro que para pelear una sardina era muy inferior a cualquier humano. Y corría el riesgo de que lo pescaran.
Pero su pasión era volar. Desde que se había convertido en gennin de Amegakure y había recibido aquella mascara como regalo de alguien que aún no conocía no había dejado de volar. Las primeras veces fue raro. Tener alas no era lo mismo que tener brazos, y desde luego el cuerpo de un cuervo se sentía bien diferente. No, no había probado otras aves, el cuervo era su favorito desde siempre, porque él era uno más.
Normalmente volaba por la ciudad, o como mucho por los alrededores, sin embargo había decidido que ya era hora de explotar su nueva característica y vivir nuevas aventuras. Volaría lejos de ame, visitaría nuevas ciudades, conocería nuevas personas y tal vez alguna que no lo considerara un monstruo o un demonio.
No le gustaba admitirlo, prefería gritar que era el mejor shinobi, pero el joven muchacho tenía muy poca idea del mundo que lo rodeaba y tomo un rumbo al azar. Se aventuró a través del húmedo paisaje del país de la lluvia, pero para un shinobi de Amegakure como él, la lluvia no era nada.
Otra cosa bien distinta era la nieve. En cierto punto de su travesía la lluvia dejo de ser lluvia, el viento empezó a soplar más helado, y la nieve pintaba el paisaje como un lienzo listo para ser estrenado.
Reiji tuvo que bajar el vuelo, porque cuanto más alto volaba, mas frio hacía. Al final el refrán tenía razón: Cuando el grajo vuela bajo, hace un frío del carajo y cuando vuela rasante hace un frio acojonante.
Al final, cuando logro divisar un pueblo a lo lejos, acabo por volver a su forma humana y guardar su máscara bajo la capa. Se cubrió la cabeza con la capucha para mitigar un poco más el frio, aunque sirvió de poco.
Cuando llego al pueblo, busco una posada o algún local donde refugiarse un rato y pedir una bebida caliente. No tardó mucho en localizarlo y mucho menos tardo en entrar, buscar un asiento libre, y posar su helado culo sobre una silla vacía en la mesa más alejada de la puerta, para que cuando se abriera no le golpeara la ventisca.
—Por fin, un poco de calorcito…
Para Reiji era más que un sueño y a la vez era una realidad. Había nacido sin sus ojos y gracias a la familia de cuervos shinobi que era amiga de sus padres consiguió unos ojos, aunque de cuervo. Desde entonces muchas veces había soñado con alzar el vuelo, se sentía mucho más animal que persona, quería abrir sus alas y alzar el vuelo. Como los cuervos.
La máscara no solo le permitía al muchacho transformarse en animales, sino que además le concedía sus características, como volar si se transformaba en un pájaro o respirar bajo el agua si lo hacía en un pez. En varios sentidos, todo aquello le daba ciertas ventajas, claro que para pelear una sardina era muy inferior a cualquier humano. Y corría el riesgo de que lo pescaran.
Pero su pasión era volar. Desde que se había convertido en gennin de Amegakure y había recibido aquella mascara como regalo de alguien que aún no conocía no había dejado de volar. Las primeras veces fue raro. Tener alas no era lo mismo que tener brazos, y desde luego el cuerpo de un cuervo se sentía bien diferente. No, no había probado otras aves, el cuervo era su favorito desde siempre, porque él era uno más.
Normalmente volaba por la ciudad, o como mucho por los alrededores, sin embargo había decidido que ya era hora de explotar su nueva característica y vivir nuevas aventuras. Volaría lejos de ame, visitaría nuevas ciudades, conocería nuevas personas y tal vez alguna que no lo considerara un monstruo o un demonio.
No le gustaba admitirlo, prefería gritar que era el mejor shinobi, pero el joven muchacho tenía muy poca idea del mundo que lo rodeaba y tomo un rumbo al azar. Se aventuró a través del húmedo paisaje del país de la lluvia, pero para un shinobi de Amegakure como él, la lluvia no era nada.
Otra cosa bien distinta era la nieve. En cierto punto de su travesía la lluvia dejo de ser lluvia, el viento empezó a soplar más helado, y la nieve pintaba el paisaje como un lienzo listo para ser estrenado.
Reiji tuvo que bajar el vuelo, porque cuanto más alto volaba, mas frio hacía. Al final el refrán tenía razón: Cuando el grajo vuela bajo, hace un frío del carajo y cuando vuela rasante hace un frio acojonante.
Al final, cuando logro divisar un pueblo a lo lejos, acabo por volver a su forma humana y guardar su máscara bajo la capa. Se cubrió la cabeza con la capucha para mitigar un poco más el frio, aunque sirvió de poco.
Cuando llego al pueblo, busco una posada o algún local donde refugiarse un rato y pedir una bebida caliente. No tardó mucho en localizarlo y mucho menos tardo en entrar, buscar un asiento libre, y posar su helado culo sobre una silla vacía en la mesa más alejada de la puerta, para que cuando se abriera no le golpeara la ventisca.
—Por fin, un poco de calorcito…