8/02/2017, 20:08
Cuando la pelirroja entró parecía que había ocurrido algo allí dentro a juzgar por el silencio incómodo que reinaba, aunque no le dio mayor importancia ya que estaba muerta de frío así que luego de un rato cuando el posadero hizo acto de presencia se dispuso a atenderla de la mejor manera posible y justamente recitando lo que ella más quería en ese momento.
—Buenas, si no es molestia sírvame una taza de chocolate caliente, y también quisiera una habitación para pasar la noche. —Decía la kunoichi tratando de sonar seria pero por el tembleque de su cuerpo no podía fingir demasiado.
Pero justo en ese instante sentiría algo afelpado refregándose contra su pierna, no era una molestia ni mucho menos dañino. Pero de todas maneras, casi ignorando las palabras del posadero la kunoichi bajó la mirada a lo que parecía ser cámara lenta, sin saberlo en cuestión de segundos sería presa del pánico, peor que cuando su padre llegaba ebrio a casa y decidía apalizarla, peor a que las primeras noches en el sótano con la peste a carne putrefacta, peor a la más absoluta oscuridad… Pero lo que yacía a los pies de la pelirroja era ni más ni menos un…
—¡GATO! —Chilló lo más agudo que pudo a la vez que su piel y cabello se erizaron de una forma exagerada y de un salto se pegó al techo como si fuese un lugar seguro. —¡No es mío! ¡No es mío! —Gritaba muy alterada, casi parecía que le daría algo…
En este preciso instante todo lo que pudieran decirle a la kunoichi importaba poco y nada, no lo escucharía ni lo sentiría justamente porque su mirada y toda su atención estaba centrada en el minino del suelo que seguramente habría estado buscando una mínima muestra de compasión por parte de la pelirroja, una lástima que les tuviese fobia, de haber sido algún otro animal seguramente las cosas habrían sido distintas.
—Buenas, si no es molestia sírvame una taza de chocolate caliente, y también quisiera una habitación para pasar la noche. —Decía la kunoichi tratando de sonar seria pero por el tembleque de su cuerpo no podía fingir demasiado.
Pero justo en ese instante sentiría algo afelpado refregándose contra su pierna, no era una molestia ni mucho menos dañino. Pero de todas maneras, casi ignorando las palabras del posadero la kunoichi bajó la mirada a lo que parecía ser cámara lenta, sin saberlo en cuestión de segundos sería presa del pánico, peor que cuando su padre llegaba ebrio a casa y decidía apalizarla, peor a que las primeras noches en el sótano con la peste a carne putrefacta, peor a la más absoluta oscuridad… Pero lo que yacía a los pies de la pelirroja era ni más ni menos un…
—¡GATO! —Chilló lo más agudo que pudo a la vez que su piel y cabello se erizaron de una forma exagerada y de un salto se pegó al techo como si fuese un lugar seguro. —¡No es mío! ¡No es mío! —Gritaba muy alterada, casi parecía que le daría algo…
En este preciso instante todo lo que pudieran decirle a la kunoichi importaba poco y nada, no lo escucharía ni lo sentiría justamente porque su mirada y toda su atención estaba centrada en el minino del suelo que seguramente habría estado buscando una mínima muestra de compasión por parte de la pelirroja, una lástima que les tuviese fobia, de haber sido algún otro animal seguramente las cosas habrían sido distintas.