En el oscuro pasillo de las celdas del castillo principal del Valle de los Dojos restalló una profunda risa femenina. Una carcajada.
—No malgastes saliva, extranjero —contestó la mujer—. No te vas a ir a ningún sitio en un largo tiempo. En un largo tiempo...
Se apartó un poco de la vista de Haskoz. Quizás éste pudo pensar que lo iban a abandonar de nuevo a solas con su silencio, pero al cabo de unos segundos la mujer volvió con una silla entre las manos. La depositó con cuidado enfrente de él y se sentó.
—De modo que... Tamashi-dono tenía razón. —Por lo que respectaba a Haskoz, su primera impresión de la fémina bien podría haber sido que estaba jugando con él. Pero su rostro ahora se había ensombrecido, y mantenía los ojos muy fijos en él con el ceño fruncido—. Dime, muchacho. ¿Te ha pasado esto antes? ¿Despertar y no recordar qué has estado haciendo?
»Puedo prometerte responder a casi todo lo que quieras preguntar. Pero primero vas a tener que esforzarte y pensar. Sospecho que tenemos algo muy importante que discutir sobre tu amnesia.
—No malgastes saliva, extranjero —contestó la mujer—. No te vas a ir a ningún sitio en un largo tiempo. En un largo tiempo...
Se apartó un poco de la vista de Haskoz. Quizás éste pudo pensar que lo iban a abandonar de nuevo a solas con su silencio, pero al cabo de unos segundos la mujer volvió con una silla entre las manos. La depositó con cuidado enfrente de él y se sentó.
—De modo que... Tamashi-dono tenía razón. —Por lo que respectaba a Haskoz, su primera impresión de la fémina bien podría haber sido que estaba jugando con él. Pero su rostro ahora se había ensombrecido, y mantenía los ojos muy fijos en él con el ceño fruncido—. Dime, muchacho. ¿Te ha pasado esto antes? ¿Despertar y no recordar qué has estado haciendo?
»Puedo prometerte responder a casi todo lo que quieras preguntar. Pero primero vas a tener que esforzarte y pensar. Sospecho que tenemos algo muy importante que discutir sobre tu amnesia.
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