12/02/2017, 22:04
La kunoichi estaba pálida y con la piel de gallina sin mencionar su cabello erizado, reacción normal cuando alguien se pega un susto de muerte y seguramente de haberse tratado de algún cuento o algo similar, el color del cabello le habría cambiado a blanco también pero venga, esto era la realidad y lo máximo que hubiese ocurrido seguramente habría sido que se lo hiciera encima y muy poco le faltó.
Pero por suerte era un minino pequeño y ni siquiera intentó mantener el contacto, de lo contrario seguramente las cosas hubiesen terminado peor para ella.
El posadero sin decir absolutamente nada sobre la actitud cuestionable que tuvo la pelirroja para con el animal, sacó a este último de la mejor manera posible y hasta le sirvió un vaso de leche casi hirviendo, seguramente para ayudarle a relajarse.
Ella muy lentamente fue descolgándose del techo hasta caer grácilmente de pie sobre el suelo que ni siquiera se quejó como si apenas hubiese dado un par de pasos normales. De todas formas el temblor de su cuerpo se notaba y a paso lento se acercó a una silla frente al tablón.
—Gracias… —Dijo con tono tembloroso mientras rodeaba el vaso con ambas manos para sentir el calor del líquido.
Considerando las cosas como estaban, lo que más quería la chica era un momento para relajarse así que la leche muy poco le duró, tal vez unos dos o tres tragos lo que significaba que se quemó un poco la lengua y la garganta pero así era mejor, por lo menos ahora tenía algo caliente en el estómago. Y sin más por hacer, además de pagarle al posadero por adelantado por la habitación, subió las escaleras y se dirigió al lugar mencionado.
Tras cruzar la puerta lo primero que la pelirroja pudo notar fue que la ventana estaba mal cerrada, el frío entraba perfectamente sin ningún tipo de problema. ~Ay dios, espero no tarde mucho en calentarse. ~Pensó algo frustrada mientras se planteaba como solucionar el problema, pero al momento de tocar el seguro de la misma casi como si hubiese un tifón fuera esta se abrió de par en par dándole un fuerte golpe en la cara a la joven que quedó con una clara marca roja dividiéndole la cara justo a la mitad.
—Que hija de puta. —Se quejó en un susurro sobándose la cara y dejando escapar un par de lágrimas.
En cuanto volviera a sentir la cara volvería a centrarse en la ventana, de momento estaba bien de cuclillas y con la cara hundida en sus piernas como si estuviese llorando. Y bien que lo hacía pero uno de esos llantos efímeros y sumamente silenciosos, no duraría más que unos segundos así.
Pero por suerte era un minino pequeño y ni siquiera intentó mantener el contacto, de lo contrario seguramente las cosas hubiesen terminado peor para ella.
El posadero sin decir absolutamente nada sobre la actitud cuestionable que tuvo la pelirroja para con el animal, sacó a este último de la mejor manera posible y hasta le sirvió un vaso de leche casi hirviendo, seguramente para ayudarle a relajarse.
Ella muy lentamente fue descolgándose del techo hasta caer grácilmente de pie sobre el suelo que ni siquiera se quejó como si apenas hubiese dado un par de pasos normales. De todas formas el temblor de su cuerpo se notaba y a paso lento se acercó a una silla frente al tablón.
—Gracias… —Dijo con tono tembloroso mientras rodeaba el vaso con ambas manos para sentir el calor del líquido.
Considerando las cosas como estaban, lo que más quería la chica era un momento para relajarse así que la leche muy poco le duró, tal vez unos dos o tres tragos lo que significaba que se quemó un poco la lengua y la garganta pero así era mejor, por lo menos ahora tenía algo caliente en el estómago. Y sin más por hacer, además de pagarle al posadero por adelantado por la habitación, subió las escaleras y se dirigió al lugar mencionado.
Tras cruzar la puerta lo primero que la pelirroja pudo notar fue que la ventana estaba mal cerrada, el frío entraba perfectamente sin ningún tipo de problema. ~Ay dios, espero no tarde mucho en calentarse. ~Pensó algo frustrada mientras se planteaba como solucionar el problema, pero al momento de tocar el seguro de la misma casi como si hubiese un tifón fuera esta se abrió de par en par dándole un fuerte golpe en la cara a la joven que quedó con una clara marca roja dividiéndole la cara justo a la mitad.
—Que hija de puta. —Se quejó en un susurro sobándose la cara y dejando escapar un par de lágrimas.
En cuanto volviera a sentir la cara volvería a centrarse en la ventana, de momento estaba bien de cuclillas y con la cara hundida en sus piernas como si estuviese llorando. Y bien que lo hacía pero uno de esos llantos efímeros y sumamente silenciosos, no duraría más que unos segundos así.