19/02/2017, 21:55
La peliverde se detuvo un instante frente a la imponente entrada del edificio que alojaba las dependencias del Morikage, por muchas veces que pasase frente a aquella imponente mole no podía sentirse intimidada de alguna manera por aquella mole. La sola idea de saber que allí dentro se encontraba el hombre más importante de la aldea, aquel a quién admiraba hasta un punto que sobrepasaba lo irracional, hacia que el edificio le pareciese una suerte de representación de su señor.
Lo cierto es que el edificio tenía la majestuosidad típica de la arquitectura antigua, mantenía el estilo general de la aldea. Construido en maderas nobles y bambú, puertas de papel de arroz y una decoración sobria. La altura es lo que hacia, sobre todo lo demás, destacar aquella mole situada en el centro de la aldea, desde allí arriba se podía abarcar con la vista toda Kusagakure o al menos eso es lo que su abuelo le había contado a Izumi cuando era pequeña.
"Algún día quiero comprobarlo por mi misma" se dijo la joven mientras se ajustaba el gorro verde, el cual se solía descolocar por culpa de las dos coletas que mantenían su largo y sedoso cabello verde bajo control "Bueno, no creo que hoy tenga la suerte de recibir mi misión de manos de Kenzou-sama... así que no debería estar tan nerviosa" la joven trataba de controlar su agitada respiración, podía sentir como el corazón le palpitaba con intensidad y eso le hacia quedarse sin aire "Pero podría encontrármelo..." la sola idea la puso aún más nerviosa, en toda su corta vida solo había visto al Morikage un puñado de veces y la mayoría de ellas desde la distancia... solo una vez había estado en presencia del anciano dirigente. La chica lo recordaba como si fuese ayer aunque habían pasado más de cuatro años, fue en año nuevo del 210. Izumi acompañaba a sus abuelos a realizar la típica ofrenda al templo, cuando se cruzaron con él que volvía del mismo. El kage intercambio un par de amables palabras con sus abuelos, Izumi estaba tan nerviosa que apenas pudo articular palabra cuando el anciano le pregunto su nombre. Tras aquello, se despidió de su abuelos y le revolvió a la pequeñaja los cabellos con suavidad. "¿Por qué me acuerdo ahora de esto?" la joven no pudo evitar sonrojarse al recordar aquel instante, suspiro tratando de serenarse "Vamos, vamos... Izumi... tienes que controlarte" se golpeo con ambas manos en el rostro "Céntrate por favor, vienes a por tu primera misión... cumplirla es el primer paso para cumplir tu sueño"" respiró hondo y liberó el aire lentamente "Vale, ahora sí... " se armó de valor y convicción para adelantar el pie y comenzar a sí a caminar hasta la entrada del edificio. Abrió la puerta de madera con cuidado y cruzó el umbral, dejando el claro cielo de de la mañana tras de ella.
La chica paseo la mirada con cuidado por el recibidor, era una enorme estancia con un mostrador al fondo, paredes de bambú entrecruzado y un impecable suelo de madera. Algunas plantas y sumi-e de decoración por aquí y por allí, decoraban la estancia.
"Es impresionante..." la joven no pudo evitar tragar saliva, por primera vez en su vida cruzaba aquella sala en dirección al mostrador donde una mujer bien entrada en la madurez se afanaba en ordenar montones de papales. Ni siquiera parecía haberse percatado de la presencia de la chica, que tímidamente se iba aproximando "No me puedo creer que este así..." el habitual desparpajo de la kunoichi se había visto aplastado por la presencia que proyectaba un simple edificio.
Aunque no tardó más de un par de minutos en cruzar la sala y pararse frente al mostrador, a ella le parecieron horas como si aquel mostrador estuviese a kilómetros de la puerta.
"Bien... vamos" se preparaba para abrir la boca cuando la mujer levantó la mirada de sus papeles, congelando a la pequeñaja en un instante
—Vaya... una novata— la mujer dejó los papeles que tenía entre las manos sobre su mesa
—No preguntes como lo sé, tu cara te delata, pequeña— no dejó a Izumi tiempo para responder
—Espera un momento, tiene que llegar otro chico— ordenó para después volver a sus quehaceres
—De... acuerdo— contestó la kunoichi un tanto dubitativa, mientras se alejaba un poco del mostrador
"¿Eso significa que tendré que trabajar con alguien?" la idea no la convencía en exceso, pero sabía muy bien que su opinión importaba menos que nada y eso no era mucho "Bueno... sabía que esto podía pasar..."
Lo cierto es que el edificio tenía la majestuosidad típica de la arquitectura antigua, mantenía el estilo general de la aldea. Construido en maderas nobles y bambú, puertas de papel de arroz y una decoración sobria. La altura es lo que hacia, sobre todo lo demás, destacar aquella mole situada en el centro de la aldea, desde allí arriba se podía abarcar con la vista toda Kusagakure o al menos eso es lo que su abuelo le había contado a Izumi cuando era pequeña.
"Algún día quiero comprobarlo por mi misma" se dijo la joven mientras se ajustaba el gorro verde, el cual se solía descolocar por culpa de las dos coletas que mantenían su largo y sedoso cabello verde bajo control "Bueno, no creo que hoy tenga la suerte de recibir mi misión de manos de Kenzou-sama... así que no debería estar tan nerviosa" la joven trataba de controlar su agitada respiración, podía sentir como el corazón le palpitaba con intensidad y eso le hacia quedarse sin aire "Pero podría encontrármelo..." la sola idea la puso aún más nerviosa, en toda su corta vida solo había visto al Morikage un puñado de veces y la mayoría de ellas desde la distancia... solo una vez había estado en presencia del anciano dirigente. La chica lo recordaba como si fuese ayer aunque habían pasado más de cuatro años, fue en año nuevo del 210. Izumi acompañaba a sus abuelos a realizar la típica ofrenda al templo, cuando se cruzaron con él que volvía del mismo. El kage intercambio un par de amables palabras con sus abuelos, Izumi estaba tan nerviosa que apenas pudo articular palabra cuando el anciano le pregunto su nombre. Tras aquello, se despidió de su abuelos y le revolvió a la pequeñaja los cabellos con suavidad. "¿Por qué me acuerdo ahora de esto?" la joven no pudo evitar sonrojarse al recordar aquel instante, suspiro tratando de serenarse "Vamos, vamos... Izumi... tienes que controlarte" se golpeo con ambas manos en el rostro "Céntrate por favor, vienes a por tu primera misión... cumplirla es el primer paso para cumplir tu sueño"" respiró hondo y liberó el aire lentamente "Vale, ahora sí... " se armó de valor y convicción para adelantar el pie y comenzar a sí a caminar hasta la entrada del edificio. Abrió la puerta de madera con cuidado y cruzó el umbral, dejando el claro cielo de de la mañana tras de ella.
La chica paseo la mirada con cuidado por el recibidor, era una enorme estancia con un mostrador al fondo, paredes de bambú entrecruzado y un impecable suelo de madera. Algunas plantas y sumi-e de decoración por aquí y por allí, decoraban la estancia.
"Es impresionante..." la joven no pudo evitar tragar saliva, por primera vez en su vida cruzaba aquella sala en dirección al mostrador donde una mujer bien entrada en la madurez se afanaba en ordenar montones de papales. Ni siquiera parecía haberse percatado de la presencia de la chica, que tímidamente se iba aproximando "No me puedo creer que este así..." el habitual desparpajo de la kunoichi se había visto aplastado por la presencia que proyectaba un simple edificio.
Aunque no tardó más de un par de minutos en cruzar la sala y pararse frente al mostrador, a ella le parecieron horas como si aquel mostrador estuviese a kilómetros de la puerta.
"Bien... vamos" se preparaba para abrir la boca cuando la mujer levantó la mirada de sus papeles, congelando a la pequeñaja en un instante
—Vaya... una novata— la mujer dejó los papeles que tenía entre las manos sobre su mesa
—No preguntes como lo sé, tu cara te delata, pequeña— no dejó a Izumi tiempo para responder
—Espera un momento, tiene que llegar otro chico— ordenó para después volver a sus quehaceres
—De... acuerdo— contestó la kunoichi un tanto dubitativa, mientras se alejaba un poco del mostrador
"¿Eso significa que tendré que trabajar con alguien?" la idea no la convencía en exceso, pero sabía muy bien que su opinión importaba menos que nada y eso no era mucho "Bueno... sabía que esto podía pasar..."