15/02/2017, 06:22
(Última modificación: 15/02/2017, 06:24 por Umikiba Kaido.)
...para llegar al país del bosque —enunció la extranjera.
Eso fue lo único que le interesó al tiburón, de todo lo que había dicho. Entonces su curiosidad se disparó, puesto que hasta entonces no se había percatado de nada que le dijera de dónde provenía la muchacha. Ni bandana, ni nada. Y a sabiendas de que en el país del bosque, residía una de las tres grandes aldeas actuales; era muy probable que Kazama Ritsuko fuera sin lugar a dudas un miembro de sus filas.
—Ya, el país del Bosque. ¿Eres miembro de la aldea de la Hierba, de casualidad? —preguntó, con su evidente tono de curiosidad—. si ese es el caso, te agradecería que me lo dijeras; antes de que haga algo que pueda poner en riesgo nuestro pacto. Y así me obligo a ser más cordial contigo, porque hasta hace treinta segundos me valía dos huevos bien grandes que te quedaras aquí perdida por un par de semanas más.
Kaido retrocedió un paso, cauteloso. Recordó las palabras de su mentor al referirse hacia los otros, ahora que era joven y no lo suficientemente fuerte como para valerse contra adversidades más experimentadas, tenía que tener cuidado con quién se comportaba como un hijo de puta.
—¿Y bien? —añadió, ansioso —. ¡Ah, y por favor! ... ¿podrías quitarte esa puta máscara?; me parece muy irrespetuoso de tu parte hablar con esa cosa puesta.
Claro, como si de verdad le importase la ausencia de modales y de normas de etiqueta. Lo decía sólo para tocar un poco los cojones, como le era de costumbre.
Eso fue lo único que le interesó al tiburón, de todo lo que había dicho. Entonces su curiosidad se disparó, puesto que hasta entonces no se había percatado de nada que le dijera de dónde provenía la muchacha. Ni bandana, ni nada. Y a sabiendas de que en el país del bosque, residía una de las tres grandes aldeas actuales; era muy probable que Kazama Ritsuko fuera sin lugar a dudas un miembro de sus filas.
—Ya, el país del Bosque. ¿Eres miembro de la aldea de la Hierba, de casualidad? —preguntó, con su evidente tono de curiosidad—. si ese es el caso, te agradecería que me lo dijeras; antes de que haga algo que pueda poner en riesgo nuestro pacto. Y así me obligo a ser más cordial contigo, porque hasta hace treinta segundos me valía dos huevos bien grandes que te quedaras aquí perdida por un par de semanas más.
Kaido retrocedió un paso, cauteloso. Recordó las palabras de su mentor al referirse hacia los otros, ahora que era joven y no lo suficientemente fuerte como para valerse contra adversidades más experimentadas, tenía que tener cuidado con quién se comportaba como un hijo de puta.
—¿Y bien? —añadió, ansioso —. ¡Ah, y por favor! ... ¿podrías quitarte esa puta máscara?; me parece muy irrespetuoso de tu parte hablar con esa cosa puesta.
Claro, como si de verdad le importase la ausencia de modales y de normas de etiqueta. Lo decía sólo para tocar un poco los cojones, como le era de costumbre.