17/02/2017, 21:28
¿El ejemplo a seguir?...
¿Pero de qué cojones hablaba ella?; si le había increpado lo de la máscara por lo molesto que resultaba conversar con un puto esqueleto parlante. Ese era el mayor inconveniente. De hecho, el único.
Aunque, luego de que ésta decidiera retirarla de su rostro, Kaido se sintió levemente avergonzado. Incluso molesto, por el simple hecho de no encontrar nada cercano, siquiera, a lo que él imaginaba. Porque el rostro de Hazama Ritsuko no estaba desfigurado, ni lleno de cicatrices; o con amplios turullos de vello facial. Por el contrario, se encontró con una mujer atractiva, dentro de los cánones de belleza aceptados en onindo. Con una flamante cabellera rojiza, que, en comunión con la misma tonalidad de sus ojos —similar a lo que sucedía con Kaido y éstos dos elementos—; le daban cierto aire de fogosa fortaleza.
El escualo frunció el ceño. Y contestó, algo frustrado, a la interrogante de su interlocutora. Aunque, no sin antes observar desvergonzadamente la "campana" que colgaba curiosa sobre uno de los mechones de la muchacha.
—De tener problemas, los tengo con todo el mundo. Incluso con la gente de mi propio país, pero pasa que a ellos puedo hacerle lo que me salga de los cojones, ¿no? —admitió, convencido—. A ti, en cambio, no. Por ser de donde vienes, y por llevar contigo esa brillante placa metálica con el símbolo de tu tierra.
Dejó caer su trasero en la arena y posó su mirada en la costa más lejana.
»Puedo ser un cabrón, y todo lo que quieran. Pero soy un cabrón astuto que sabe qué tanto meter la mano en el horno antes de quemarse. Y tu eres una de esas brasas con las que es mejor no meterse, o de lo contrario, la líder de mi Villa podría, literalmente, arrancarme los brazos si llego a joder algo tan grande como la paz entre nuestras aldeas.
¿Pero de qué cojones hablaba ella?; si le había increpado lo de la máscara por lo molesto que resultaba conversar con un puto esqueleto parlante. Ese era el mayor inconveniente. De hecho, el único.
Aunque, luego de que ésta decidiera retirarla de su rostro, Kaido se sintió levemente avergonzado. Incluso molesto, por el simple hecho de no encontrar nada cercano, siquiera, a lo que él imaginaba. Porque el rostro de Hazama Ritsuko no estaba desfigurado, ni lleno de cicatrices; o con amplios turullos de vello facial. Por el contrario, se encontró con una mujer atractiva, dentro de los cánones de belleza aceptados en onindo. Con una flamante cabellera rojiza, que, en comunión con la misma tonalidad de sus ojos —similar a lo que sucedía con Kaido y éstos dos elementos—; le daban cierto aire de fogosa fortaleza.
El escualo frunció el ceño. Y contestó, algo frustrado, a la interrogante de su interlocutora. Aunque, no sin antes observar desvergonzadamente la "campana" que colgaba curiosa sobre uno de los mechones de la muchacha.
—De tener problemas, los tengo con todo el mundo. Incluso con la gente de mi propio país, pero pasa que a ellos puedo hacerle lo que me salga de los cojones, ¿no? —admitió, convencido—. A ti, en cambio, no. Por ser de donde vienes, y por llevar contigo esa brillante placa metálica con el símbolo de tu tierra.
Dejó caer su trasero en la arena y posó su mirada en la costa más lejana.
»Puedo ser un cabrón, y todo lo que quieran. Pero soy un cabrón astuto que sabe qué tanto meter la mano en el horno antes de quemarse. Y tu eres una de esas brasas con las que es mejor no meterse, o de lo contrario, la líder de mi Villa podría, literalmente, arrancarme los brazos si llego a joder algo tan grande como la paz entre nuestras aldeas.