17/02/2017, 21:40
(Última modificación: 17/02/2017, 21:43 por Umikiba Kaido.)
La anciana dejó sus ojos ámbar clavados en el cogollo de la joven, quien, entre sollozos balbuceos, intentó explicar de forma prudente el por qué ella se encontraba en ese lugar. Admitió, finalmente, que desconocedora de las normas, pensaba solicitar una misión y creyó que lo podría hacer directamente con la líder de la Villa.
Aquello, sin embargo, no evitó que la mujer siguiera con su estricta postura. Le señaló a Reika con el dedo índice izquierdo, y lo movió unas tres veces, secundando sus palabras de reprimenda.
—Los jóvenes de hoy en día. Perezosos, insensatos. ¡Incapaces de leer el enorme tablero de la recepción que enumera las funciones de nuestra oficina! —volvió a chuparse los dientes, parecía ser uno de esos gestos que le caracteriza—. hasta yo, sin mis lentes, podría verlo. Y estoy más ciega que un topo.
»Sígueme, yo seré la encargada de registrarte para una misión —le dijo, finalmente, y comenzó a caminar con la espalda encorvada hacia el escritorio de madera que se encontraba postrado unos metros más atrás, con varios cubículos alrededor.
Cuando la mujer hubo dejado caer su trasero sobre la silla, y viendo que la muchacha le había seguido finalmente; comenzó a registrar entre una enorme cantidad de carpetas, a fin de encontrar los documentos que necesitaba para procesar la solicitud de misión. Mientras tanto, dejó de nuevo una interrogante en el aire, pues necesitaba saber con más detalle quién era la chica.
—¿Cuál es tu nombre, jovencita? —indagó—. también tu edad, tu rango y si piensas hacer ésta misión tú sola, o tienes a algún compañero en camino.
Aquello, sin embargo, no evitó que la mujer siguiera con su estricta postura. Le señaló a Reika con el dedo índice izquierdo, y lo movió unas tres veces, secundando sus palabras de reprimenda.
—Los jóvenes de hoy en día. Perezosos, insensatos. ¡Incapaces de leer el enorme tablero de la recepción que enumera las funciones de nuestra oficina! —volvió a chuparse los dientes, parecía ser uno de esos gestos que le caracteriza—. hasta yo, sin mis lentes, podría verlo. Y estoy más ciega que un topo.
»Sígueme, yo seré la encargada de registrarte para una misión —le dijo, finalmente, y comenzó a caminar con la espalda encorvada hacia el escritorio de madera que se encontraba postrado unos metros más atrás, con varios cubículos alrededor.
Cuando la mujer hubo dejado caer su trasero sobre la silla, y viendo que la muchacha le había seguido finalmente; comenzó a registrar entre una enorme cantidad de carpetas, a fin de encontrar los documentos que necesitaba para procesar la solicitud de misión. Mientras tanto, dejó de nuevo una interrogante en el aire, pues necesitaba saber con más detalle quién era la chica.
—¿Cuál es tu nombre, jovencita? —indagó—. también tu edad, tu rango y si piensas hacer ésta misión tú sola, o tienes a algún compañero en camino.