26/02/2017, 18:10
—Sí, está bien, pues más importante que la lógica de aquello en lo que creamos es que tengamos algo en lo cual creer.
Para él, aquello resultaba una verdad innegable: Poco importaba si creía que la vida debía basarse en el heroísmo, en el egoísmo o, inclusive, en el nihilismo. Lo fundamental era que todas las personas tuvieran algo a lo que aferrarse, y con lo cual pudieran darle a sus vidas un significado escogido por ellas mismas. También era consciente de que ninguna creencia era permanente e inmutable, pues con el paso del tiempo las perspectivas van cambiando, modificando las verdades que emanan desde el interior, las cuales suelen ser la más importantes.
—Parece que el clima solicita que continuemos este inusual encuentro en otro sitio —afirmo al sentir como comenzaban a caer alguna gotas de agua.
Observo hacia el cielo y confirmo que, mientras se mantuvo distraído con las idas y venidas de la conversación, las nubes se habían aglomerado y ennegrecido de manera amenazadora. Aquello sumado al viento, que aullaba y soplaba con cada vez más fuerza, eran suficiente disuasorios como para que decidiera retirarse.
—Les propongo algo; de camino a aquí encontré una acogedora casa de té donde podríamos continuar conversando. —Extendió la invitación a ambos muchachos—. Ya saben… Para opinar sin estar bajo la pétrea mirada de los antiguos Kages.
»¿Que me dicen?
Para él, aquello resultaba una verdad innegable: Poco importaba si creía que la vida debía basarse en el heroísmo, en el egoísmo o, inclusive, en el nihilismo. Lo fundamental era que todas las personas tuvieran algo a lo que aferrarse, y con lo cual pudieran darle a sus vidas un significado escogido por ellas mismas. También era consciente de que ninguna creencia era permanente e inmutable, pues con el paso del tiempo las perspectivas van cambiando, modificando las verdades que emanan desde el interior, las cuales suelen ser la más importantes.
—Parece que el clima solicita que continuemos este inusual encuentro en otro sitio —afirmo al sentir como comenzaban a caer alguna gotas de agua.
Observo hacia el cielo y confirmo que, mientras se mantuvo distraído con las idas y venidas de la conversación, las nubes se habían aglomerado y ennegrecido de manera amenazadora. Aquello sumado al viento, que aullaba y soplaba con cada vez más fuerza, eran suficiente disuasorios como para que decidiera retirarse.
—Les propongo algo; de camino a aquí encontré una acogedora casa de té donde podríamos continuar conversando. —Extendió la invitación a ambos muchachos—. Ya saben… Para opinar sin estar bajo la pétrea mirada de los antiguos Kages.
»¿Que me dicen?