27/02/2017, 17:38
—No hace mucho. A principios de este mes —respondió, y Ayame se llevó una mano a la barbilla—. —Ni siquiera he hecho una misión aún.
«Esa fue la fecha de mi examen también. Entonces sí que estábamos en la misma graduación... aunque no termino de recordarle...» Pensaba, tratando de hacer memoria con todas sus fuerzas. Sin embargo, nada. No conseguía ubicar el rostro del chico que la acompañaba, y mucho menos su nombre, entre sus recuerdos.
Continuaron la travesía en completo silencio. Ayame se distraía de vez en cuando pateando alguna piedra que encontraba en el camino y haciéndola rebotar hasta que fallaba algún golpe y su entretenimiento terminaba por perderse en algún lugar inaccesible. El restallido de otro trueno hizo eco entre los edificios y Ayame volvió a encogerse sobre sí misma, acongojada. Un desagradable escalofrío recorrió su piel. En aquellos momentos sí que lamentaba haberse dejado empapar por la lluvia bajo una tormenta eléctrica...
«¿Por qué no le habré hecho caso a pap...?»
Sus pensamientos se vieron interrumpidos cuando escuchó lo que parecían ser carcajadas o murmullos. Después de aquello, el sonido de algo metálico y pesado chocando contra el suelo terminó por alarmarla.
—¿Escuchaste el golpe? —preguntó su acompañante, y Ayame, aún con la vista dirigida hacia el origen del ruido, asintió.
—Y las voces... ¡Deberíamos echar un vistazo, alguien podría necesitar ayuda!
Exclamó, y sin esperar siquiera una respuesta al respecto, Ayame echó a correr en aquella dirección.
«Esa fue la fecha de mi examen también. Entonces sí que estábamos en la misma graduación... aunque no termino de recordarle...» Pensaba, tratando de hacer memoria con todas sus fuerzas. Sin embargo, nada. No conseguía ubicar el rostro del chico que la acompañaba, y mucho menos su nombre, entre sus recuerdos.
Continuaron la travesía en completo silencio. Ayame se distraía de vez en cuando pateando alguna piedra que encontraba en el camino y haciéndola rebotar hasta que fallaba algún golpe y su entretenimiento terminaba por perderse en algún lugar inaccesible. El restallido de otro trueno hizo eco entre los edificios y Ayame volvió a encogerse sobre sí misma, acongojada. Un desagradable escalofrío recorrió su piel. En aquellos momentos sí que lamentaba haberse dejado empapar por la lluvia bajo una tormenta eléctrica...
«¿Por qué no le habré hecho caso a pap...?»
Sus pensamientos se vieron interrumpidos cuando escuchó lo que parecían ser carcajadas o murmullos. Después de aquello, el sonido de algo metálico y pesado chocando contra el suelo terminó por alarmarla.
—¿Escuchaste el golpe? —preguntó su acompañante, y Ayame, aún con la vista dirigida hacia el origen del ruido, asintió.
—Y las voces... ¡Deberíamos echar un vistazo, alguien podría necesitar ayuda!
Exclamó, y sin esperar siquiera una respuesta al respecto, Ayame echó a correr en aquella dirección.