1/03/2017, 23:03
Diamondog esbozó una mueca torcida y miró de arriba a abajo al diligente muchacho a través del cristal tintado de sus gafas. Los gennin de la Aldea eran tan previsibles, tan obedientes... Casi le molestaba. Él tenía una concepción muy distinta de lo que significaba ser un ninja, claro, que no pocos problemas le había dado en sus tiempos mozos. Pero ahora todo era distinto. Veía las cosas con más perspectiva.
—¿No estaría nada mal? Oh-ho, puedes apostar que no —exclamó finalmente, exhibiendo aquella sonrisa diamantina—. Sangrefresca, no existe en este jodido barrio un negrata mejor que yo cuando hay que hablar a las chatis. Diamondog se las sabe todas cuando hay pussy de por medio, ¿me sigues? Tengo una lengua de plata. O de diamante, si lo prefieres —agregó, dejando ligeramente caer sus gafas de sol al tiempo que guiñaba un ojo, y luego soltaba otra de aquellas carcajadas perrunas. Parecía divertido con su propio chiste.
—Bueno, vamos al business —zanjó de repente, sacando un pequeño paquete cuadrado envuelto en papel de traza y atado con un tosco cordel marrón—. La historia es que necesito que le lleves esta mierda a uno de mis homies.
Extendió uno de sus largos y delgados brazos hacia el gennin, ofreciéndole el paquete. En su mano parecía más pequeño, pero en realidad era algo menos grande que una caja de zapatos.
—Te estará esperando en el Estadio de Celebraciones. Puerta 3. Vas, le das el tema, coges la merca y me la traes. ¿Lo pillas?
—¿No estaría nada mal? Oh-ho, puedes apostar que no —exclamó finalmente, exhibiendo aquella sonrisa diamantina—. Sangrefresca, no existe en este jodido barrio un negrata mejor que yo cuando hay que hablar a las chatis. Diamondog se las sabe todas cuando hay pussy de por medio, ¿me sigues? Tengo una lengua de plata. O de diamante, si lo prefieres —agregó, dejando ligeramente caer sus gafas de sol al tiempo que guiñaba un ojo, y luego soltaba otra de aquellas carcajadas perrunas. Parecía divertido con su propio chiste.
—Bueno, vamos al business —zanjó de repente, sacando un pequeño paquete cuadrado envuelto en papel de traza y atado con un tosco cordel marrón—. La historia es que necesito que le lleves esta mierda a uno de mis homies.
Extendió uno de sus largos y delgados brazos hacia el gennin, ofreciéndole el paquete. En su mano parecía más pequeño, pero en realidad era algo menos grande que una caja de zapatos.
—Te estará esperando en el Estadio de Celebraciones. Puerta 3. Vas, le das el tema, coges la merca y me la traes. ¿Lo pillas?