2/03/2017, 21:03
—Cool dawg, peace out —respondió el extravagante jounin, levantando su mano zurda con los dedos índice y corazón extendidos en un gesto un tanto chulesco.
Apoyado en la baranda del puente que daba acceso al Edificio de la Uzukage con aquella pose tan característica, Diamondog observó alejarse al disciplinado muchacho que cargaba con su paquete bajo el brazo. Esbozó una sonrisa confiada y luego tiró con fuerza de la puerta que daba acceso a las instalaciones. Tenía papeleo que rellenar.
—Qué rollo, colega...
Mientras tanto, el joven Ralexion recorría las calles de la Aldea de camino al Estadio de Celebraciones, el lugar acordado para la entrega de aquel bulto y recepción de lo que quiera que fuese aquello a lo que Diamondog se había referido como merca.
A aquellas horas de la mañana, y en día laborable, Uzushiogakure no Sato bullía de actividad. Conforme el joven gennin atravesaba la poblada urbe, toda clase de cotidianas escenas pasaban ante sus ojos; señoras —y señores, claro— haciendo la compra del día, trabajadores de toda índole en desempeño de sus tareas... El Remolino era lo que se podía llamar una sociedad en perfecto funcionamiento. Una máquina bien engrasada que cumplía efectivamente su propósito: garantizar el mayor nivel de calidad de vida de todo Oonindo.
Sin embargo, mientras tomaba un giro y se adentraba en una callejuela particularmente pequeña, algo captó su atención. Más allá, en las inmediaciones del callejón, se podían oír ruidos de pelea.
—¡Yo te enseñaré lo que es bueno, sucio kusajin!
Si Ralexion prestaba atención, podría ver a un total de tres muchachos —algo más jóvenes que él— enzarzados en lo que parecía ser una pelea. O, más bien, una paliza; uno de los chicos había agarrado al otro por la espalda, inmovilizando sus brazos, mientras que el tercero le golpeaba con sus puños. Los impactos iban dirigidos, fundamentalmente, a la cara del damnificado, pero también se desviaban de vez en cuando para alcanzar su estómago. Iban acompañados, todos ellos, de algún insulto —que hacía alusión al origen extranjero de la víctima— o de un quejido por parte de esta última.
Apoyado en la baranda del puente que daba acceso al Edificio de la Uzukage con aquella pose tan característica, Diamondog observó alejarse al disciplinado muchacho que cargaba con su paquete bajo el brazo. Esbozó una sonrisa confiada y luego tiró con fuerza de la puerta que daba acceso a las instalaciones. Tenía papeleo que rellenar.
—Qué rollo, colega...
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Mientras tanto, el joven Ralexion recorría las calles de la Aldea de camino al Estadio de Celebraciones, el lugar acordado para la entrega de aquel bulto y recepción de lo que quiera que fuese aquello a lo que Diamondog se había referido como merca.
A aquellas horas de la mañana, y en día laborable, Uzushiogakure no Sato bullía de actividad. Conforme el joven gennin atravesaba la poblada urbe, toda clase de cotidianas escenas pasaban ante sus ojos; señoras —y señores, claro— haciendo la compra del día, trabajadores de toda índole en desempeño de sus tareas... El Remolino era lo que se podía llamar una sociedad en perfecto funcionamiento. Una máquina bien engrasada que cumplía efectivamente su propósito: garantizar el mayor nivel de calidad de vida de todo Oonindo.
Sin embargo, mientras tomaba un giro y se adentraba en una callejuela particularmente pequeña, algo captó su atención. Más allá, en las inmediaciones del callejón, se podían oír ruidos de pelea.
—¡Yo te enseñaré lo que es bueno, sucio kusajin!
Si Ralexion prestaba atención, podría ver a un total de tres muchachos —algo más jóvenes que él— enzarzados en lo que parecía ser una pelea. O, más bien, una paliza; uno de los chicos había agarrado al otro por la espalda, inmovilizando sus brazos, mientras que el tercero le golpeaba con sus puños. Los impactos iban dirigidos, fundamentalmente, a la cara del damnificado, pero también se desviaban de vez en cuando para alcanzar su estómago. Iban acompañados, todos ellos, de algún insulto —que hacía alusión al origen extranjero de la víctima— o de un quejido por parte de esta última.