8/03/2017, 05:49
Haskoz escuchó las palabras de Pink con emociones encontradas: primero, desesperanzado por la dificultad —o poca conveniencia— de quitar su sello maldito; luego, con un rayo de optimismo y el pecho henchido por el orgullo al oír que Shiona-sama en persona se encontraba en el Valle. Había ido a ayudarle. Había ido por él.
Pero dígase una cosa de Pink: su sentido del humor era más ácido que la lengua de una víbora. Por cada noticia buena que daba, añadía dos malas. No le extrañaría que el símbolo tachado en su mejilla representase que la habían expulsado de la mismísima Amegakure por ser demasiado sádica para ellos. Y es que tras las buenas noticias, Pink se encargó de recordarle la cantidad que debía Haskoz a los Dojos. Por no hablar de los muertos, claro. O de su ojo…
—Tenías que haberte visto la cara, extranjero. —dijo Pink, tras una risotada, consiguiendo detener momentáneamente el pulso de Haskoz como si se tratase de un complicadísimo Ninjutsu. Lo que le estaba a punto de decir era…—, sigues teniendo ese ojo. Más o menos. Mira.
Las cadenas que sujetaban a Haskoz tintinearon y se tensaron, soportando todo el peso del cuerpo del Uchiha, que se había inclinado hacia adelante con todas sus fuerzas. Tras Pink quitarle el parche, volvió a acercar el espejito para mostrarle su rostro y…
Una oleada de alivio recorrió su cuerpo, aflojándole de una presión en el pecho que hasta aquel momento no se había dado cuenta que tenía. Su ojo estaba sano y a salvo. Cerrado y cubierto con un extraño símbolo, sí, pero ahí estaba. Y eso era mucho más de lo que había creído hacía tan solo unos instantes.
Por otra parte, la respuesta de por qué estaba así no le gustaba en absoluto. La propia Shiona-sama lo había decidido. Era parte de una condena… Una condena mucho más benévola de lo que hubiese podido esperar cualquier, y que aun así, le resultó mucho más cruel que cualquier otra cosa.
—¿Mejor perspectiva que la muerte? —Aquella tipa pretendía encerrarle. Aprisionarlo durante dos jodidos años en un Valle que rendía homenaje a viejas glorias como los samuráis, cortando toda su progresión como ninja. Atándole. No, al viento no se le encerraba. Al viento se es imposible atarle. Antes prefería morir que…—. Lo es —Mejor dejar las frases rimbombantes y grandilocuentes de los libros que había leído bien guardaditas en su cabeza, no fuese a ser que hiciese cambiar de idea a Pink. Sin embargo, no pudo evitar añadir:—. Pero veo una serie de… de… complicaciones. Verá, aprecio mucho su buena voluntad, y ni muchísimo menos pretendo faltarle al respeto, pero… ¿Relacionarme con la familia de aquellos que he matado? ¿En serio? Que quiere, ¿que me presente cada fin de semana frente a la mujer e hija de aquellos a los que asesiné para tomar el té? Esto es… —Ridículo—. Es… —Absurdo—. Es… —Grotesco—. Es…
Sacudió la cabeza y emitió un gemido de frustración, sin terminar la frase. Cada palabra que se le ocurría era peor que la anterior, y mejor era no enfadar a Pink… por el momento.
Pero dígase una cosa de Pink: su sentido del humor era más ácido que la lengua de una víbora. Por cada noticia buena que daba, añadía dos malas. No le extrañaría que el símbolo tachado en su mejilla representase que la habían expulsado de la mismísima Amegakure por ser demasiado sádica para ellos. Y es que tras las buenas noticias, Pink se encargó de recordarle la cantidad que debía Haskoz a los Dojos. Por no hablar de los muertos, claro. O de su ojo…
—Tenías que haberte visto la cara, extranjero. —dijo Pink, tras una risotada, consiguiendo detener momentáneamente el pulso de Haskoz como si se tratase de un complicadísimo Ninjutsu. Lo que le estaba a punto de decir era…—, sigues teniendo ese ojo. Más o menos. Mira.
Las cadenas que sujetaban a Haskoz tintinearon y se tensaron, soportando todo el peso del cuerpo del Uchiha, que se había inclinado hacia adelante con todas sus fuerzas. Tras Pink quitarle el parche, volvió a acercar el espejito para mostrarle su rostro y…
Una oleada de alivio recorrió su cuerpo, aflojándole de una presión en el pecho que hasta aquel momento no se había dado cuenta que tenía. Su ojo estaba sano y a salvo. Cerrado y cubierto con un extraño símbolo, sí, pero ahí estaba. Y eso era mucho más de lo que había creído hacía tan solo unos instantes.
Por otra parte, la respuesta de por qué estaba así no le gustaba en absoluto. La propia Shiona-sama lo había decidido. Era parte de una condena… Una condena mucho más benévola de lo que hubiese podido esperar cualquier, y que aun así, le resultó mucho más cruel que cualquier otra cosa.
—¿Mejor perspectiva que la muerte? —Aquella tipa pretendía encerrarle. Aprisionarlo durante dos jodidos años en un Valle que rendía homenaje a viejas glorias como los samuráis, cortando toda su progresión como ninja. Atándole. No, al viento no se le encerraba. Al viento se es imposible atarle. Antes prefería morir que…—. Lo es —Mejor dejar las frases rimbombantes y grandilocuentes de los libros que había leído bien guardaditas en su cabeza, no fuese a ser que hiciese cambiar de idea a Pink. Sin embargo, no pudo evitar añadir:—. Pero veo una serie de… de… complicaciones. Verá, aprecio mucho su buena voluntad, y ni muchísimo menos pretendo faltarle al respeto, pero… ¿Relacionarme con la familia de aquellos que he matado? ¿En serio? Que quiere, ¿que me presente cada fin de semana frente a la mujer e hija de aquellos a los que asesiné para tomar el té? Esto es… —Ridículo—. Es… —Absurdo—. Es… —Grotesco—. Es…
Sacudió la cabeza y emitió un gemido de frustración, sin terminar la frase. Cada palabra que se le ocurría era peor que la anterior, y mejor era no enfadar a Pink… por el momento.
¡Agradecimientos a Daruu por el dibujo de PJ y avatar tan OP! ¡Y a Reiji y Ayame por la firmaza! Si queréis una parecida, este es el lugar adecuado