10/03/2017, 01:01
Daruu caminó lentamente, llorando de forma queda, hacia el epicentro de la acción y los golpes. La nube de humo se disipó poco a poco, revelando el cuerpo magullado de un Ralexion que ya no encontraba las ganas de luchar.
—Qué humillante —dijo el pelirrojo.
—Un chunin de Uzushiogakure... —contestó Daruu, dando rienda suelta a su rabia y liberándose del terror que había vivido antes—. Ha intentado matarme después de que yo informase voluntariamente de algo que le sería útil a tu aldea y a todo tu país. Ha ordenado a dos compañeros tuyos que me cogieran, y después de haber estado tomando un té con ellos, ¡no han dudado ni un instante!
Ya al lado suyo, alzó el puño y se agachó ligeramente para golpearlo de nuevo, pero no lo hizo.
—¡He estado a punto de morir! ¡Por ayudaros! Y llegas tú, y te pones a... a... ¡a decirme tonterías guarras por intentar comunicarme contigo de buena gana, a pesar de todo lo que había pasado!
Se mordió el labio inferior y cerró los puños muy fuerte. Ahora que lo decía en voz alta, no le parecía motivo suficiente para golpear a alguien. Y eso sólo le hacía sentir peor.
—¡QUE TE DEN! ¡QUE OS DEN A TODOS!
Se dio la vuelta, y echó a correr hacia casa. Hacia un lugar con más lluvia.
Así al menos nadie le vería llorar de esa manera tan infantil.
—Qué humillante —dijo el pelirrojo.
—Un chunin de Uzushiogakure... —contestó Daruu, dando rienda suelta a su rabia y liberándose del terror que había vivido antes—. Ha intentado matarme después de que yo informase voluntariamente de algo que le sería útil a tu aldea y a todo tu país. Ha ordenado a dos compañeros tuyos que me cogieran, y después de haber estado tomando un té con ellos, ¡no han dudado ni un instante!
Ya al lado suyo, alzó el puño y se agachó ligeramente para golpearlo de nuevo, pero no lo hizo.
—¡He estado a punto de morir! ¡Por ayudaros! Y llegas tú, y te pones a... a... ¡a decirme tonterías guarras por intentar comunicarme contigo de buena gana, a pesar de todo lo que había pasado!
Se mordió el labio inferior y cerró los puños muy fuerte. Ahora que lo decía en voz alta, no le parecía motivo suficiente para golpear a alguien. Y eso sólo le hacía sentir peor.
—¡QUE TE DEN! ¡QUE OS DEN A TODOS!
Se dio la vuelta, y echó a correr hacia casa. Hacia un lugar con más lluvia.
Así al menos nadie le vería llorar de esa manera tan infantil.