10/03/2017, 16:44
El Uzumaki volvió sobre sus pasos, sorteando a la multitud de uzureños que poblaba la calle. El bullicio dificultaba considerablemente sus intenciones, pero al final, tras buscar durante un rato que a él se le antojó eterno, Ralexion creyó intuir en la lejanía aquella bufanda amarilla que había visto al chico rubio llevando en torno al cuello.
Caminaba tranquilo, con un paquete rectangular envuelto en papel de traza y atado con un cordel bajo el brazo, y silbaba una alegre cancioncilla. Detuvo sus pasos frente a un puesto de dulces artesanos y, con suma tranquilidad, empezó a ojear el muestrario. Al final se decantó por un bollo relleno de crema que el tendero le ofreció con gentileza. El rubio sacó algunas monedas de sus bolsillos y pagó por el manjar.
Luego echó a caminar otra vez, en dirección al centro de la Aldea, mientras comía con gusto su dulce.
Caminaba tranquilo, con un paquete rectangular envuelto en papel de traza y atado con un cordel bajo el brazo, y silbaba una alegre cancioncilla. Detuvo sus pasos frente a un puesto de dulces artesanos y, con suma tranquilidad, empezó a ojear el muestrario. Al final se decantó por un bollo relleno de crema que el tendero le ofreció con gentileza. El rubio sacó algunas monedas de sus bolsillos y pagó por el manjar.
Luego echó a caminar otra vez, en dirección al centro de la Aldea, mientras comía con gusto su dulce.