12/03/2017, 19:16
Izumi cerró tras de sí la puerta con ayuda de su espalda, visiblemente cansada se quedó apoyada contra la puerta mientras suspiraba aliviada. La joven kunoichi iba ataviada con un kimono azul celeste, mangas anchas y cuidados bordados florales que ascendían desde la base de la falda por el lateral hasta la cintura. Al contrario de lo que era habitual, la joven llevaba la prenda correctamente ajustada, con su obi rojo bien anudado formando un gran lazo que ahora mismo se aplastaba contra la puerta.
"Por fin libre..." se despegó de la puerta con pesadez "Que largas se me hacen estas reuniones de negocios... y eso que yo solo vengo a acompañar a la abuela y a Tomoe..." dio un par de pasos para alejarse del inmenso edificio que tenía a su espalda, integrado en uno de los árboles que conformaban la capital del país de la Hierba "Daré una vuelta para que me de el aire..." giró hacia su derecha y se integró en el tumulto de la ciudad.
Tane-Shigai era una de las ciudades más grandes e importantes de todo Onindo, así que como era lógico todo estaba sobre dimensionado si se comparaba con la Aldea de Kusgakure: Desde los edificios hasta las aglomeraciones de personas eran mucho más grandes. También lo era la diversidad de personas que componían su población, aquel era un aspecto que no agradaba demasiado a la peliverde que hoy se había teñido de un rosa chicle bastante chillón.
Su abuelo siempre había considerado a los extranjeros como elementos peligrosos para la seguridad del país, puesto que la lealtad hacia la tierra que los acogía siempre resultaba ser menor que con la de nacimiento... y eso suponía que en tiempos de guerra fuesen un riesgo importante para la seguridad tanto del País del a Hierba como de la propia Aldea shinobi. La joven había interiorizado bastante las palabras de su abuelo, apoyadas por relatos de sucesos varios que sustentaban la tesis de manera contundente. Así que la nieta, al igual que su abuelo, era muy recelosa en cuanto a los extranjeros.
Caminar por la capital del país y escuchar tantos acentos distintos, procedentes de otros países no le gustaba demasiado. Sin embargo, era consciente de que actualmente su opinión era irrelevante. Ella no era nadie, aunque esperaba serlo en un futuro para poder cambiar aquello o al menos intentarlo como lo intentó su abuelo. Pero por el momento, no le quedaba más remedio que aguantarse y tratar de sobrellevarlo de la mejor manera.
La joven caminaba lentamente, pegada al borde del camino, junto a la valla del filo de la calzada para poder tener buenas vistas del resto de la ciudad. Al fondo a su izquierda, se alzaba imponente la esfera en la que se ubicaba el palacio del señor feudal. Por muchas veces que la viese, no podía quitarle los ojos de encima, era tan diferente al resto de cosas que había visto que casi actuaba como un imán para sus moradas pupilas.
Izumi siguió caminando lentamente, acariciando con su mano izquierda el pasamanos de la barandilla mientras se abstraía de todo. Manteniendo fija la mirada en la residencia feudal
"Por fin libre..." se despegó de la puerta con pesadez "Que largas se me hacen estas reuniones de negocios... y eso que yo solo vengo a acompañar a la abuela y a Tomoe..." dio un par de pasos para alejarse del inmenso edificio que tenía a su espalda, integrado en uno de los árboles que conformaban la capital del país de la Hierba "Daré una vuelta para que me de el aire..." giró hacia su derecha y se integró en el tumulto de la ciudad.
Tane-Shigai era una de las ciudades más grandes e importantes de todo Onindo, así que como era lógico todo estaba sobre dimensionado si se comparaba con la Aldea de Kusgakure: Desde los edificios hasta las aglomeraciones de personas eran mucho más grandes. También lo era la diversidad de personas que componían su población, aquel era un aspecto que no agradaba demasiado a la peliverde que hoy se había teñido de un rosa chicle bastante chillón.
Su abuelo siempre había considerado a los extranjeros como elementos peligrosos para la seguridad del país, puesto que la lealtad hacia la tierra que los acogía siempre resultaba ser menor que con la de nacimiento... y eso suponía que en tiempos de guerra fuesen un riesgo importante para la seguridad tanto del País del a Hierba como de la propia Aldea shinobi. La joven había interiorizado bastante las palabras de su abuelo, apoyadas por relatos de sucesos varios que sustentaban la tesis de manera contundente. Así que la nieta, al igual que su abuelo, era muy recelosa en cuanto a los extranjeros.
Caminar por la capital del país y escuchar tantos acentos distintos, procedentes de otros países no le gustaba demasiado. Sin embargo, era consciente de que actualmente su opinión era irrelevante. Ella no era nadie, aunque esperaba serlo en un futuro para poder cambiar aquello o al menos intentarlo como lo intentó su abuelo. Pero por el momento, no le quedaba más remedio que aguantarse y tratar de sobrellevarlo de la mejor manera.
La joven caminaba lentamente, pegada al borde del camino, junto a la valla del filo de la calzada para poder tener buenas vistas del resto de la ciudad. Al fondo a su izquierda, se alzaba imponente la esfera en la que se ubicaba el palacio del señor feudal. Por muchas veces que la viese, no podía quitarle los ojos de encima, era tan diferente al resto de cosas que había visto que casi actuaba como un imán para sus moradas pupilas.
Izumi siguió caminando lentamente, acariciando con su mano izquierda el pasamanos de la barandilla mientras se abstraía de todo. Manteniendo fija la mirada en la residencia feudal