12/03/2017, 22:06
Ralexion trató, con éxito, de abrirse paso entre la multitud. El humo se iba disipando junto con la confusión de los transeútes que, una vez pasado el susto inicial, comenzaban a entender que aquello se había tratado de una gamberrada más que de un ataque terrorista. El dueño de una frutería al que le habían volcado un par de cajones de naranjas, expuestos junto a la puerta del local, empezó a gritar, iracundo, reclamando la identidad del autor y una compensación por los desperfectos.
Mientras tanto, el Uzumaki trataba de localizar al ladrón. Fue en vano; la calle seguía igual de concurrida, era imposible correr a gran velocidad sin chocar con varias personas y aquel muchacho rubio de ojos azules parecía haberse esfumado con su paquete.
Si no se le ocurría una forma de poder localizar al chico pronto, quizás tendría que explicarle a Diamondog cómo había perdido su merca.
Mientras tanto, el Uzumaki trataba de localizar al ladrón. Fue en vano; la calle seguía igual de concurrida, era imposible correr a gran velocidad sin chocar con varias personas y aquel muchacho rubio de ojos azules parecía haberse esfumado con su paquete.
Si no se le ocurría una forma de poder localizar al chico pronto, quizás tendría que explicarle a Diamondog cómo había perdido su merca.