13/03/2017, 21:13
(Última modificación: 13/03/2017, 21:13 por Uchiha Akame.)
¡En buena hora se le había ocurrido aquel cambio de táctica! A Ralexion le costó salir de la multitud y llegar hasta la frutería —donde, para disgusto del frutero, pateó la última caja de naranjas que quedaba en pie—, pero una vez escalada la pared del edificio colindante, no tuvo mayor problema en continuar la persecución con el camino despejado.
Libre ya del molesto bullicio, el pelirrojo sólo tuvo que avanzar unos pocos instantes hasta divisar de nuevo al joven ladrón. Aquel muchacho rubio caminaba delante de él —ni siquiera corría ya—, de seguro convencido de que le había dado esquinazo. Todavía llevaba su paquete bajo el brazo, claro.
Detuvo su andadura al llegar a una esquina, tras la que se extendía un estrecho callejón. El rubio miró a su espalda un par de veces, a los lados, y luego asomó la cabeza tras la esquina. Pareció reconocer a alguien, y se internó en la callejuela.
—¡Por fin, ya empezaba a pensar que habías sido lo bastante tonto como para largarte con el paquete!
Era una voz femenina, y provenía del callejón. Si Ralexion echaba un vistazo, vería a una chica algo mayor que él, con una bandana de Uzu en la frente y vistiendo típicas ropas de kunoichi, de tonalidad pastel.
—Lo... Lo siento, Plum-san... —se disculpó el otro, arrastrando las palabras.
—Bueno, bueno, dámelo ya. ¿Tienes la bomba de humo que te presté? No la habrás usado, ¿no?
El rubio se llevó la mano a la nuca y sonrió con gesto absurdamente bobalicón.
Libre ya del molesto bullicio, el pelirrojo sólo tuvo que avanzar unos pocos instantes hasta divisar de nuevo al joven ladrón. Aquel muchacho rubio caminaba delante de él —ni siquiera corría ya—, de seguro convencido de que le había dado esquinazo. Todavía llevaba su paquete bajo el brazo, claro.
Detuvo su andadura al llegar a una esquina, tras la que se extendía un estrecho callejón. El rubio miró a su espalda un par de veces, a los lados, y luego asomó la cabeza tras la esquina. Pareció reconocer a alguien, y se internó en la callejuela.
—¡Por fin, ya empezaba a pensar que habías sido lo bastante tonto como para largarte con el paquete!
Era una voz femenina, y provenía del callejón. Si Ralexion echaba un vistazo, vería a una chica algo mayor que él, con una bandana de Uzu en la frente y vistiendo típicas ropas de kunoichi, de tonalidad pastel.
—Lo... Lo siento, Plum-san... —se disculpó el otro, arrastrando las palabras.
—Bueno, bueno, dámelo ya. ¿Tienes la bomba de humo que te presté? No la habrás usado, ¿no?
El rubio se llevó la mano a la nuca y sonrió con gesto absurdamente bobalicón.