14/03/2017, 00:11
El plan que le Uzumaki había elaborado era simple y efectivo, bien compuesto —tal y como le habían enseñado en la Academia— por tres partes; un desafío, una distracción, y un objetivo. El desafío eran, ni más ni menos, que aquellos dos jovencitos que parecían haber cooperado de algún modo para afanarle la dichosa mercancía. El objetivo estaba claro: el mencionado paquete. Y la distracción... La extrajo rápidamente de su portaobjetos.
Sin embargo, aquella estrategia tenía una fisura. Y fue cuando la bomba de humo estalló, llenando el callejón con su opaco contenido, que Ralexion se dio cuenta. No podía ver a sus enemigos. Cuando se lanzó al suelo, internándose de lleno en la nube de humo que él había creado y que ahora le sofocaba los pulmones, oyó un grito a su derecha. Parecía el chico rubio. El Uzumaki se lanzó a por él a ciegas, pero calculó mal la distancia y acabó tropezando con el muchacho. Ambos cayeron al suelo hechos un amasijo de golpes y forcejeos.
—¡Socorro! ¡Socorro! ¡Ayuda! —gritaba el chico—. ¡Plum-san! ¡No me dejes aquí! —lloriqueó, con los ojos anegados en lágrimas.
Al final Ralexion acabó tomando la posición de ventaja, colocándose sobre el muchacho a horcajadas. Le tenía a su merced, con los brazos del ladronzuelo atrapados bajo sus piernas, y su rostro bobalicón mirándole con los ojos llenos de lágrimas. Pero no tenía el paquete.
Sin embargo, aquella estrategia tenía una fisura. Y fue cuando la bomba de humo estalló, llenando el callejón con su opaco contenido, que Ralexion se dio cuenta. No podía ver a sus enemigos. Cuando se lanzó al suelo, internándose de lleno en la nube de humo que él había creado y que ahora le sofocaba los pulmones, oyó un grito a su derecha. Parecía el chico rubio. El Uzumaki se lanzó a por él a ciegas, pero calculó mal la distancia y acabó tropezando con el muchacho. Ambos cayeron al suelo hechos un amasijo de golpes y forcejeos.
—¡Socorro! ¡Socorro! ¡Ayuda! —gritaba el chico—. ¡Plum-san! ¡No me dejes aquí! —lloriqueó, con los ojos anegados en lágrimas.
Al final Ralexion acabó tomando la posición de ventaja, colocándose sobre el muchacho a horcajadas. Le tenía a su merced, con los brazos del ladronzuelo atrapados bajo sus piernas, y su rostro bobalicón mirándole con los ojos llenos de lágrimas. Pero no tenía el paquete.