17/03/2017, 18:02
Plum se paró en seco cuando Ralexion formuló aquella amenaza haciendo sonar sus nudillos. No era demasiado intimidante, para ser sinceros. Puede que el Uzumaki hubiera podido amedrentar a dos chicos más pequeños que él y estudiantes para más inri —tal vez su bandana había jugado un papel más determinante que su propia persona en aquello—, pero a la chica de ojos verdes aquella amenaza pareció resbalarle a base de bien.
—¡Ja, que te lo has creído! —exclamó, desafiante—. Mira, chulito, como sigas así voy a tener que darte una buena tunda. No es que no me apetezca, no me malinterpretes, pero tengo cosas más urgentes que hacer —sus ojos esmeralda refulgieron con un brillo de determinación—. Has tenido mala suerte y ya, acéptalo, haznos un favor a ambos y lárgate de aquí.
Pese a su tono confiado, Ralexion pudo observar que la chica temblaba ligeramente. Quizás no era miedo, sino anticipación. La anticipación de un enfrentamiento feroz.
—¡Ja, que te lo has creído! —exclamó, desafiante—. Mira, chulito, como sigas así voy a tener que darte una buena tunda. No es que no me apetezca, no me malinterpretes, pero tengo cosas más urgentes que hacer —sus ojos esmeralda refulgieron con un brillo de determinación—. Has tenido mala suerte y ya, acéptalo, haznos un favor a ambos y lárgate de aquí.
Pese a su tono confiado, Ralexion pudo observar que la chica temblaba ligeramente. Quizás no era miedo, sino anticipación. La anticipación de un enfrentamiento feroz.