17/03/2017, 20:20
—¡Ni se te ocurra llamar a nadie! —Gritó el de cabellos bicolores. La chispa de la agresividad había vuelto a prenderse, y aunque Ayame no había esperado una respuesta calmada a sus palabras, no pudo evitar volver a retroceder, asustada—. ¡Nadie debe enterarse, nadie! ¿Va?
Ayame agachó la mirada, incapaz de responder. En cualquier otra circunstancia habría aceptado de buen grado no decir nada a nadie, pero estando la vida de alguien en juego era incapaz de hacerlo. Por suerte, fue Kagetsuna el que intervino:
—Ya bájale —Le increpó, agarrándole del brazo—. ¿Qué te importa más, la seguridad de tu amigo o que descubran tu travesura?
El otro chico apretó los dientes, con la mirada clavada desafiante en el único ojo visible de Kagetsuna. Tras un breve intercambio de miradas, rompió el contacto visual y se soltó del agarre con un movimiento brusco. Se giró y escupió al suelo con desprecio. No llegó a formular palabra alguna, pero cuando se acercó a Ayame, ella ya estaba preparando todas sus defensas ante un posible ataque que, por suerte, nunca llegó a ocurrir. Le arrebató de las manos la vara de metal y ella le dejó ir.
Cerca de ella, Kagetsuna respiró hondo y se cruzó de brazos, negando con la cabeza.
—Pst, pst. —Chistó, y Ayame giró la cabeza hacia él. Al darse cuenta de que estaba tratando de llamar su atención se acercó a él—. ¿Qué haremos con ellos cuando lo saquemos de ahí abajo?
Aquella pregunta le pilló con la guardia baja. Ayame alzó ambas cejas, confundida.
—¿Qué vamos a hacer con ellos? ¿A qué te refieres? —le preguntó, con inocencia.
Pero no era hora de hablar. Ya habían colocado el hierro doblado debajo de un grupo de tablones, pero por mucha fuerza que trataba de imponerle, el chico de cabellos bicolores parecía estar teniendo problemas para levantarlos lo suficiente como para que su amigo pudiera salir. Ayame chasqueó la lengua y se puso de nuevo a buscar alguna otra vara de hierro que fuera similar a aquella. Estaba claro que con las manos desnudas no iban a conseguir nada.
—¡Aquí hay otra! —exclamó, al cabo de un tiempo de búsqueda alrededor del lugar donde había encontrado la otra. Aquella vara en cuestión no estaba doblada en su extremo y además era algo más gruesa y pesada.
Ayame agachó la mirada, incapaz de responder. En cualquier otra circunstancia habría aceptado de buen grado no decir nada a nadie, pero estando la vida de alguien en juego era incapaz de hacerlo. Por suerte, fue Kagetsuna el que intervino:
—Ya bájale —Le increpó, agarrándole del brazo—. ¿Qué te importa más, la seguridad de tu amigo o que descubran tu travesura?
El otro chico apretó los dientes, con la mirada clavada desafiante en el único ojo visible de Kagetsuna. Tras un breve intercambio de miradas, rompió el contacto visual y se soltó del agarre con un movimiento brusco. Se giró y escupió al suelo con desprecio. No llegó a formular palabra alguna, pero cuando se acercó a Ayame, ella ya estaba preparando todas sus defensas ante un posible ataque que, por suerte, nunca llegó a ocurrir. Le arrebató de las manos la vara de metal y ella le dejó ir.
Cerca de ella, Kagetsuna respiró hondo y se cruzó de brazos, negando con la cabeza.
—Pst, pst. —Chistó, y Ayame giró la cabeza hacia él. Al darse cuenta de que estaba tratando de llamar su atención se acercó a él—. ¿Qué haremos con ellos cuando lo saquemos de ahí abajo?
Aquella pregunta le pilló con la guardia baja. Ayame alzó ambas cejas, confundida.
—¿Qué vamos a hacer con ellos? ¿A qué te refieres? —le preguntó, con inocencia.
Pero no era hora de hablar. Ya habían colocado el hierro doblado debajo de un grupo de tablones, pero por mucha fuerza que trataba de imponerle, el chico de cabellos bicolores parecía estar teniendo problemas para levantarlos lo suficiente como para que su amigo pudiera salir. Ayame chasqueó la lengua y se puso de nuevo a buscar alguna otra vara de hierro que fuera similar a aquella. Estaba claro que con las manos desnudas no iban a conseguir nada.
—¡Aquí hay otra! —exclamó, al cabo de un tiempo de búsqueda alrededor del lugar donde había encontrado la otra. Aquella vara en cuestión no estaba doblada en su extremo y además era algo más gruesa y pesada.