23/03/2017, 00:42
La madre de Daruu tenía una cabaña en el fondo del gran cañón de Yachi. Era una señora cabaña, a decir verdad, más parecida a una casa: dos pisos, cocina, dos servicios y varias habitaciones. Todo un lujazo, que, según ella, había ganado en compensación de un envío de fresas que había caído al fondo del cañón. Daruu pensaba que aquella compensación superaba con creces el valor de cien envíos de frutas.
Pero su madre tenía contactos. Y conocía los chanchullos del comerciante con gente importante. Cosas que no debían conocerse en Amegakure si se quería garantizar la seguridad del pobre diablo...
...de modo que tenían una buena casa. Y Daruu, cada vez que se alejaba de Amegakure, y se hacía tarde, podía contar con un segundo hogar donde pasar la noche.
Ahora amanecía, y Daruu se había levantado temprano, porque consideraba que se merecía un día de descanso de tanta luz de neón y de la lluvia. Qué mejor descanso que entrenar por una vez en el silencio de la mañana, acompañado sólo del canto de los pájaros al borde del río del fondo del cañón, que transcurría a tan sólo diez metros de la puerta de la cabaña.
Pero antes, quizás le vendría bien tumbarse en la fresca y verde hierba, cerrar los ojos, dejarse llevar...
...ah, qué buen día que hacía.
Escuchó unos pasos a su derecha, y, honestamente sorprendido de que alguien pasase por allí, se levantó de golpe, quedando sentado y observando al extraño que acababa de entrar en escena.
Pero su madre tenía contactos. Y conocía los chanchullos del comerciante con gente importante. Cosas que no debían conocerse en Amegakure si se quería garantizar la seguridad del pobre diablo...
...de modo que tenían una buena casa. Y Daruu, cada vez que se alejaba de Amegakure, y se hacía tarde, podía contar con un segundo hogar donde pasar la noche.
Ahora amanecía, y Daruu se había levantado temprano, porque consideraba que se merecía un día de descanso de tanta luz de neón y de la lluvia. Qué mejor descanso que entrenar por una vez en el silencio de la mañana, acompañado sólo del canto de los pájaros al borde del río del fondo del cañón, que transcurría a tan sólo diez metros de la puerta de la cabaña.
Pero antes, quizás le vendría bien tumbarse en la fresca y verde hierba, cerrar los ojos, dejarse llevar...
...ah, qué buen día que hacía.
Escuchó unos pasos a su derecha, y, honestamente sorprendido de que alguien pasase por allí, se levantó de golpe, quedando sentado y observando al extraño que acababa de entrar en escena.
![[Imagen: K02XwLh.png]](https://i.imgur.com/K02XwLh.png)