6/04/2017, 19:04
Alllegar a las escaleras, pudo observar que tras ésta había una silueta correspondiente a una puerta bastante bien camuflada, la cuál únicamente tenía una cerradura; no tenía ni pomos ni marca alguna para identificarla. Fuera de lo extraño, quizás fuese tan solo una oficina, que no vendría a ser una idea disparatada.
Al subir las escaleras, se encontraría un pequeño pasillo que desembocaba en una puerta de metal. En la parte mas alta de ésta, y bien centrada, había una pegatina que claramente ponía "Almacén" en una escritura realmente trabajada y precisa. Obviamente, ésta pegatina estaba hecha a mano. La llave no podía ser otra que la de "almacén", y cuando la chica abriese el habitáculo, quizás se asustase un poco. El orden era de lo mas escaso, había pales de todos colores, uno al lado del otro, y numerosas cajas tiradas por los suelos. Desde aguacates a papel higiénico rodaban por el suelo, si, como si recién se hubiesen caído de los pales o estanterías del fondo de la sala. Ésta sala era realmente grande, un almacén en palabra y alma.
—Cierra la puerta al entrar al almacén, no queremos que se escapen. El chico de antiplagas vendrá en un par de días. —Interrumpiría la mujer desde su posición, haciendo hincapié en cerrar la puerta.
Si, evidentemente la cosa no era tan sencilla como coger cosas y bajarlas, allí había "algo" mas. Los plásticos estaban roídos, habían agujeros en numerosos embalajes, y todo parecía estar sellado para que nada de lo que había causado ese destrozo escapase hasta la llegada del encargado para ese trabajo.
Ahí quizás una respuesta a porqué no ponían a un chico cualquiera en el trabajo, quizás las ratas fuesen enormes.
La puerta que daba entrada estaba realmente destrozada por la parte interior, y frente a ella había otro habitáculo separado por una puerta metálica, la cuál no estaba menos arañada y mordisqueada. En ésta puerta, tampoco había cartel alguno que la identificase.
Al subir las escaleras, se encontraría un pequeño pasillo que desembocaba en una puerta de metal. En la parte mas alta de ésta, y bien centrada, había una pegatina que claramente ponía "Almacén" en una escritura realmente trabajada y precisa. Obviamente, ésta pegatina estaba hecha a mano. La llave no podía ser otra que la de "almacén", y cuando la chica abriese el habitáculo, quizás se asustase un poco. El orden era de lo mas escaso, había pales de todos colores, uno al lado del otro, y numerosas cajas tiradas por los suelos. Desde aguacates a papel higiénico rodaban por el suelo, si, como si recién se hubiesen caído de los pales o estanterías del fondo de la sala. Ésta sala era realmente grande, un almacén en palabra y alma.
—Cierra la puerta al entrar al almacén, no queremos que se escapen. El chico de antiplagas vendrá en un par de días. —Interrumpiría la mujer desde su posición, haciendo hincapié en cerrar la puerta.
Si, evidentemente la cosa no era tan sencilla como coger cosas y bajarlas, allí había "algo" mas. Los plásticos estaban roídos, habían agujeros en numerosos embalajes, y todo parecía estar sellado para que nada de lo que había causado ese destrozo escapase hasta la llegada del encargado para ese trabajo.
Ahí quizás una respuesta a porqué no ponían a un chico cualquiera en el trabajo, quizás las ratas fuesen enormes.
La puerta que daba entrada estaba realmente destrozada por la parte interior, y frente a ella había otro habitáculo separado por una puerta metálica, la cuál no estaba menos arañada y mordisqueada. En ésta puerta, tampoco había cartel alguno que la identificase.