7/04/2017, 23:52
—¿Media hora o dos horas? ¿Por qué una diferencia tan grande?
—Bueno, a más la dejemos reposar más crecerá la masa —explicó Daruu, encogiéndose de hombros—. Con media hora la levadura ha hecho efecto de sobra, pero si esperamos un poco más, tendremos aún más pizza. Venga, vamos.
—¿Tan famosos somos? Jajaja, no sabría decirte, yo ni siquiera tengo el Sharingan. ¿Espera, tú tienes un Dojutsu?
—Honestamente, ¡me sorprende que no te hayas dado cuenta hasta ahora! —contestó Daruu, con una carcajada, con la mano apoyada en el pomo de la puerta, sin abrirla—. Mira,
mira.
Le guiñó un ojo, y se señaló el otro, acercándose a él. Otros Hyuuga tenían los iris más grandes, pero él no. Aún así, llamaba la atención a tres leguas que aquél ojo no tenía pupila, y que era totalmente blanco. Más bien de un blanco con un ligero toque violeta, en el caso de Daruu. Casi nunca eran totalmente blancos, y menos ahora que había mezcla de sangre. Pero aún así...
—Mi abuela era del clan Hyuuga. Bueno, supongo que esto significa que yo también lo soy, pero como mi madre no heredó el Kekkei Genkai y no tengo ningún pariente que conozca dentro del clan, soy un poco como una oveja descarriada... Pero tengo este regalo.
»Clanes Hyuuga y Uchiha son famosos por igual, seguro que has oído hablar de nosotros, aunque sea sólo de nombre. No sé realmente qué hace ese Sharingan vuestro, pero sí que sé que hasta cierto punto ambos ojos son parecidos. No sé en qué aspectos serán iguales y en qué aspectos diferentes.
»Uno es rojo y el otro blanco, eso sí lo sé —rio como un idiota.
Daruu abrió la puerta, y les recibió de nuevo la suave brisa de la mañana y el sonido del agua del río, que transcurría tranquila, pero sin pausa.
Todo estaba como antes, excepto la calabaza. Porque ahora habían dos.
—Oye... ¿Por qué hay...? —empezó a preguntar Daruu, pero estaba seguro de que Ralexion tenía la misma duda que él.
Y de pronto, a una de las calabazas gordas le salieron dos patas. Dos trozos de corteza rebotaron por el césped y cayeron a varios metros de ellos. Y la calabaza empezó a correr, mientras una voz de pito salía de ella amortiguada, como si alguien hablase a través de una lata:
—AAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAH.
—Bueno, a más la dejemos reposar más crecerá la masa —explicó Daruu, encogiéndose de hombros—. Con media hora la levadura ha hecho efecto de sobra, pero si esperamos un poco más, tendremos aún más pizza. Venga, vamos.
—¿Tan famosos somos? Jajaja, no sabría decirte, yo ni siquiera tengo el Sharingan. ¿Espera, tú tienes un Dojutsu?
—Honestamente, ¡me sorprende que no te hayas dado cuenta hasta ahora! —contestó Daruu, con una carcajada, con la mano apoyada en el pomo de la puerta, sin abrirla—. Mira,
mira.
Le guiñó un ojo, y se señaló el otro, acercándose a él. Otros Hyuuga tenían los iris más grandes, pero él no. Aún así, llamaba la atención a tres leguas que aquél ojo no tenía pupila, y que era totalmente blanco. Más bien de un blanco con un ligero toque violeta, en el caso de Daruu. Casi nunca eran totalmente blancos, y menos ahora que había mezcla de sangre. Pero aún así...
—Mi abuela era del clan Hyuuga. Bueno, supongo que esto significa que yo también lo soy, pero como mi madre no heredó el Kekkei Genkai y no tengo ningún pariente que conozca dentro del clan, soy un poco como una oveja descarriada... Pero tengo este regalo.
»Clanes Hyuuga y Uchiha son famosos por igual, seguro que has oído hablar de nosotros, aunque sea sólo de nombre. No sé realmente qué hace ese Sharingan vuestro, pero sí que sé que hasta cierto punto ambos ojos son parecidos. No sé en qué aspectos serán iguales y en qué aspectos diferentes.
»Uno es rojo y el otro blanco, eso sí lo sé —rio como un idiota.
Daruu abrió la puerta, y les recibió de nuevo la suave brisa de la mañana y el sonido del agua del río, que transcurría tranquila, pero sin pausa.
Todo estaba como antes, excepto la calabaza. Porque ahora habían dos.
—Oye... ¿Por qué hay...? —empezó a preguntar Daruu, pero estaba seguro de que Ralexion tenía la misma duda que él.
Y de pronto, a una de las calabazas gordas le salieron dos patas. Dos trozos de corteza rebotaron por el césped y cayeron a varios metros de ellos. Y la calabaza empezó a correr, mientras una voz de pito salía de ella amortiguada, como si alguien hablase a través de una lata:
—AAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAH.