10/04/2017, 15:16
Izumi se agachó apoyándose sobre sus rodillas para comenzar a rebuscar mientras gateaba por la zona izquierda desde la puerta, rezando para encontrar todo lo que necesitaba para poder rellenar al menos la primera balda sin tener que vérselas con aquello que se ocultaba entre el desorden del almacén.
"Vaya, parece que estoy teniendo suerte" la joven no pudo evitar animarse conforme iba sacando ingredientes que recordaba necesitar: tabasco, salsa de tomate, tomate triturado, cebolla, ajo, mantequilla, algún que otro cuchillo que se había descarrilado, pan de molde, perejil, salsa de soja.
Entre el desorden puedo contemplar envases dañados por lo que parecían ser garras o marcar de dientes, incluso quizás una mezlca de ambas cosas "Sea lo que sea que hace ese ruido estoy segura de que no debe ser agradable a la vista" en la imaginación de la chica comenzaban a aparecer monstruos de las formas más inverosímiles, aunque nada parecido a una rata.
La kunoichi recogía aquellos que se encontraban intactos y los agrupaba pegados a la pared, junto a la puerta mientras seguía con el proceso. Aquellos que estaban demasiado dañados, los colocaba en un montón a su derecha a modo de barricada.
Distraída por el trabajo, no se fue percatando de que su presencia en aquel lugar empezaba a suscitar como mínimo curiosidad en las okupas del lugar que poco a poco, ante su ignorancia, se iban cercándola
"Vaya, parece que estoy teniendo suerte" la joven no pudo evitar animarse conforme iba sacando ingredientes que recordaba necesitar: tabasco, salsa de tomate, tomate triturado, cebolla, ajo, mantequilla, algún que otro cuchillo que se había descarrilado, pan de molde, perejil, salsa de soja.
Entre el desorden puedo contemplar envases dañados por lo que parecían ser garras o marcar de dientes, incluso quizás una mezlca de ambas cosas "Sea lo que sea que hace ese ruido estoy segura de que no debe ser agradable a la vista" en la imaginación de la chica comenzaban a aparecer monstruos de las formas más inverosímiles, aunque nada parecido a una rata.
La kunoichi recogía aquellos que se encontraban intactos y los agrupaba pegados a la pared, junto a la puerta mientras seguía con el proceso. Aquellos que estaban demasiado dañados, los colocaba en un montón a su derecha a modo de barricada.
Distraída por el trabajo, no se fue percatando de que su presencia en aquel lugar empezaba a suscitar como mínimo curiosidad en las okupas del lugar que poco a poco, ante su ignorancia, se iban cercándola