12/04/2017, 04:47
Jamás lo admitiría, pero Pink empezaba a parecerle una mujer mucho más simpática y comprensiva que su propia Kage. Ni siquiera sus sutiles —o no tan sutiles— cumplidos parecían ayudar a ablandarla, provocando más bien el efecto opuesto.
Y es que no, Haskoz no tendría más tiempo para decidirse. Tras la impactante revelación del asesinato de cinco de sus hombres —dos por conspiración, tres por si las moscas—, lo que hacía preguntarse al Uchiha si en realidad se trataba de una amenaza velada, le instó a decidirse de una vez.
Se retorció entre las cadenas que lo sujetaban como una serpiente en busca de un tiempo que no tenía. La decisión, aparentemente, era muy sencilla. Shiona quería arrancarle el ser que llevaba dentro. Es más, la confianza que tenía depositada en su joven Gennin dependía directamente de si seguía o no con aquel pequeño monstruo en su interior. ¿Y qué tipo de aspiraciones podría tener en un futuro si su propia Kage no confiaba en él?
Ninguna.
Pero no todo era tan sencillo. Ahora estaba vivo. Encadenado en una celda de mala muerte y con un sello maldito, sí, pero vivo. Pero si decidía quitarlo… Era un riesgo. Un riesgo que todo ninja debía asumir, lo sabía. Un riesgo que, incluso, había fantaseado alguna que otra vez con tener que correr. La oportunidad de demostrar a su Kage y a su Aldea de qué pasta estaba hecho: el gran Uchiha Haskoz, desafiando a Izanami a la cara y sin temor a la muerte.
Y sin embargo…
—Elijo vivir… —Ni siquiera pudo mirar a Shiona a la cara. No estaba avergonzado. Ni se sentía humillado. Era mucho más que sólo eso. Estaba traicionando no solo el deseo de su Kage o la seguridad de la Aldea que le había dado un hogar y una familia, sino a su propio espíritu. La esencia de la persona que un día, sobre un blando y cómodo colchón y con el estómago lleno y caliente, se permitió creer ser.
Apretó los dientes. El pulso le latía acelerado y sentía un vacío en el estómago, como si estuviese al borde de un precipicio, medio pie colgando en el vacío, y el otro con la intención de seguirle. Quizá había descubierto que era un cobarde, pero incluso un cobarde podía tener un momento de valentía. Una enajenación tan repentina como pasajera, pero que inclinase la balanza de la dignidad a su favor.
Y él solo necesitaba un momento.
—… y morir, como shinobi de Uzushiogakure no Sato —Y de pronto se encontró en plena caída libre, sabiendo que lo peor no era la caída, sino el aterrizaje. Como cualquier crío asustado, gritó para tratar de quitarse el miedo de encima—. ¡Así que quítemelo! ¡Arránqueme el alma entera si es necesario!
Y es que no, Haskoz no tendría más tiempo para decidirse. Tras la impactante revelación del asesinato de cinco de sus hombres —dos por conspiración, tres por si las moscas—, lo que hacía preguntarse al Uchiha si en realidad se trataba de una amenaza velada, le instó a decidirse de una vez.
Se retorció entre las cadenas que lo sujetaban como una serpiente en busca de un tiempo que no tenía. La decisión, aparentemente, era muy sencilla. Shiona quería arrancarle el ser que llevaba dentro. Es más, la confianza que tenía depositada en su joven Gennin dependía directamente de si seguía o no con aquel pequeño monstruo en su interior. ¿Y qué tipo de aspiraciones podría tener en un futuro si su propia Kage no confiaba en él?
Ninguna.
Pero no todo era tan sencillo. Ahora estaba vivo. Encadenado en una celda de mala muerte y con un sello maldito, sí, pero vivo. Pero si decidía quitarlo… Era un riesgo. Un riesgo que todo ninja debía asumir, lo sabía. Un riesgo que, incluso, había fantaseado alguna que otra vez con tener que correr. La oportunidad de demostrar a su Kage y a su Aldea de qué pasta estaba hecho: el gran Uchiha Haskoz, desafiando a Izanami a la cara y sin temor a la muerte.
Y sin embargo…
—Elijo vivir… —Ni siquiera pudo mirar a Shiona a la cara. No estaba avergonzado. Ni se sentía humillado. Era mucho más que sólo eso. Estaba traicionando no solo el deseo de su Kage o la seguridad de la Aldea que le había dado un hogar y una familia, sino a su propio espíritu. La esencia de la persona que un día, sobre un blando y cómodo colchón y con el estómago lleno y caliente, se permitió creer ser.
Apretó los dientes. El pulso le latía acelerado y sentía un vacío en el estómago, como si estuviese al borde de un precipicio, medio pie colgando en el vacío, y el otro con la intención de seguirle. Quizá había descubierto que era un cobarde, pero incluso un cobarde podía tener un momento de valentía. Una enajenación tan repentina como pasajera, pero que inclinase la balanza de la dignidad a su favor.
Y él solo necesitaba un momento.
—… y morir, como shinobi de Uzushiogakure no Sato —Y de pronto se encontró en plena caída libre, sabiendo que lo peor no era la caída, sino el aterrizaje. Como cualquier crío asustado, gritó para tratar de quitarse el miedo de encima—. ¡Así que quítemelo! ¡Arránqueme el alma entera si es necesario!
¡Agradecimientos a Daruu por el dibujo de PJ y avatar tan OP! ¡Y a Reiji y Ayame por la firmaza! Si queréis una parecida, este es el lugar adecuado