18/06/2015, 13:40
Sin darse cuenta, Kunie fue cayendo poco a poco en el relajante abrazo de aquel bosque. El susuro del viendo al pasar entre las cañas de bambú, el rumor lejano de un arroyuelo, el canto ocasional de los pájaros... Era como un paraíso en la tierra. Nada que ver con la lluviosa Amegakure, siempre llena de cemento, fango y hierro. Y no digamos ya de Shinogi-to, que al lado de semejante bosque parecía poco más que un vertedero. En general, el País del Bosque parecía haberse quedado tranquilamente rezagado en la época de la tecnología, y sus habitantes parecían disfrutarlo. Con razón.
Tan absorta se había quedado la Asahina, que no se dio cuenta de que ya no estaba sola al pie de aquellas escaleras de madera. Un chico, un niño de poco más de trece o catorce años, la observaba con una sonrisita nerviosa en el rostro. Kunie le devolvió la sonrisa, recorriéndolo de arriba a abajo con sus ojos dorados. Aunque posiblemente sólo hubiera dos o tres años de diferencia entre ambos, en aquel punto de la adolescencia parecía un mundo.
"Nunca había visto a nadie con el pelo tan rojo... Y esa cara. Parece un chiquillo travieso", concluyó, riendo para sus adentros. A pesar de su apariencia rebelde, el chico se había quedado petrificado.
- Hola. - respondió Kunie, divertida.- ¿Cómo te llamas, amiguito?
Después de todo, quizás la espera no se le haría tan larga.
Tan absorta se había quedado la Asahina, que no se dio cuenta de que ya no estaba sola al pie de aquellas escaleras de madera. Un chico, un niño de poco más de trece o catorce años, la observaba con una sonrisita nerviosa en el rostro. Kunie le devolvió la sonrisa, recorriéndolo de arriba a abajo con sus ojos dorados. Aunque posiblemente sólo hubiera dos o tres años de diferencia entre ambos, en aquel punto de la adolescencia parecía un mundo.
"Nunca había visto a nadie con el pelo tan rojo... Y esa cara. Parece un chiquillo travieso", concluyó, riendo para sus adentros. A pesar de su apariencia rebelde, el chico se había quedado petrificado.
- Hola. - respondió Kunie, divertida.- ¿Cómo te llamas, amiguito?
Después de todo, quizás la espera no se le haría tan larga.