19/04/2017, 21:10
Akame no pudo contener una expresión de auténtica emoción al escuchar aquella historia. El relato tenía lo que tenían que tener todas las historias de sitios pequeños, locales, antiguos como aquel. Dos personajes, un desafío —un romance— y un desenlace que, en aquella ocasión, parecía desproporcionadamente desbalanceado. «A uno de los hermanos no sólo lo dejaron más solo que la una, sino que además no creo que vuelva a encontrar mujer si es que es tan feo como dice».
El Uchiha se llevó ambas manos tras la cabeza, pensativo, con una sonrisa en el rostro. Se había dado la vuelta para encarar al amable desconocido, que parecía ser un chico de más o menos su edad. Quizás algo más joven. Los ojos del gennin buscaron rápidamente, casi de forma automática, cualquier identificativo ninja. No lo encontró. Entonces suspiró, relajado.
—¡Vaya! Es una historia de lo más interesante —admitió luego con franqueza—. La verdad es que nunca me la hubiera imaginado. Eres de por aquí, ¿no? Parece de esa clase de anécdotas locales difíciles de descubrir.
Luego se llevó ambas manos a los bolsillos de sus pantalones cortos de color azul oscuro. Llevaba también una camiseta blanca, sin mangas, que dejaba al descubierto algunas cicatrices en sus brazos y sendos vendajes que cubrían sus muñecas. No llevaba su portaobjetos ninja —lo había dejado en la habitación del hostal donde se hospedaba—, pero del cinturón colgaba, en su espalda, la misteriosa espada Hazama no Gokyu.