22/04/2017, 00:23
(Última modificación: 4/05/2017, 18:37 por Amedama Daruu.)
Sucede que en aquél día Daruu estaba sentado en un banco, en la calle del hospital. Se había detenido, fatigado, después de una dura mañana de entrenamiento. A pesar de que los entrenamientos con su abuela sucedían mientras estaba en una especie de sueño o trance, tanto los golpes como el esfuerzo que tenían lugar dentro de los pergaminos se reflejaban también fuera de ellos.
Así pues, estaba recuperando el aliento mientras observaba con interés una especie de espectáculo callejero que estaba teniendo lugar y que desde luego estaba atrayendo mucho la atención. Se trataba de un peluche rojo con una nariz naranja bien grandota, que parecía moverse y bailar solo.
Podría haber activado su Byakugan, pero eso sería contraproducente: fatigaría aún más su cuerpo por el uso del chakra y sus ojos... Bueno, por el uso del Byakugan. De modo que simplemente empezó a darle vueltas a cómo debía funcionar el muñeco, y llegó a la conclusión de que probablemente aquél tipo lo estuviera manejando con algún tipo de control del chakra.
—¿Quieres una piruleta, chavalín? —Un hombre con una sonrisa enorme se le acercó ofreciéndole una piruleta roja con forma de corazón—. Las vendo baratas. Sólo 2 ryo.
«Vete a la mierda, ¿no ves la bandana? Soy todo un adulto serio y responsable», pensó decir.
—Por qué no, deme una —dijo.
Así pues, compró la piruleta, la abrió y se la metió en la boca. Se despidió del vendedor callejero, se levantó, hizo un pequeño estiramento y procedió a marcharse hacia casa.
Así pues, estaba recuperando el aliento mientras observaba con interés una especie de espectáculo callejero que estaba teniendo lugar y que desde luego estaba atrayendo mucho la atención. Se trataba de un peluche rojo con una nariz naranja bien grandota, que parecía moverse y bailar solo.
Podría haber activado su Byakugan, pero eso sería contraproducente: fatigaría aún más su cuerpo por el uso del chakra y sus ojos... Bueno, por el uso del Byakugan. De modo que simplemente empezó a darle vueltas a cómo debía funcionar el muñeco, y llegó a la conclusión de que probablemente aquél tipo lo estuviera manejando con algún tipo de control del chakra.
—¿Quieres una piruleta, chavalín? —Un hombre con una sonrisa enorme se le acercó ofreciéndole una piruleta roja con forma de corazón—. Las vendo baratas. Sólo 2 ryo.
«Vete a la mierda, ¿no ves la bandana? Soy todo un adulto serio y responsable», pensó decir.
—Por qué no, deme una —dijo.
Así pues, compró la piruleta, la abrió y se la metió en la boca. Se despidió del vendedor callejero, se levantó, hizo un pequeño estiramento y procedió a marcharse hacia casa.