23/04/2017, 11:49
El muchacho engullía como un animal salvaje que no había comido en cinco días. Masticaba, sí, porque no era un pato, pero lo hacía a velocidad de vértigo, perdido en un frenesí alimenticio azuzado por el excelente sabor de la pizza. Si hubiera sido un maleducado ni siquiera le habría dejado más de un par de trozos a sus acompañantes de mesa.
15 minutos más tarde y los platos se encontraban vacíos, contenedores tan solo de algún que otro resto de topping o salsa de tomate que había caído. Ralexion eructó; se le escapó, de inmediato se tapó la boca con ambas manos y miró a los lados, avergonzado.
—Bueeeno —el Hyūga se estiró de brazos y piernas—. Si nos quedamos parados, nos va a entrar modorra. Además, hay que bajar todo esto. Joder, qué buena que estaba.
—Marchando que es gerundio —secundó la moción, alzándose del sofá a una velocidad que revelaba que no estaba tan amodorrado como podía parecer.
—No sé... De verdad, chicos, muchas gracias... Pero dudo que el abuelo me deje alistarme...
—Vamos a hacer todo lo que podamos para convencerlo, Kabocha-kun. ¡Venga, vamos! Que al final se nos va a hacer tarde.
El Uchiha se llevó las manos a los lados de la cintura y miró directamente a Kabocha.
—Aún eres pequeño, pero tienes que tratar de hacerle entender a tu abuelo que puedes decidir por ti mismo. Nosotros te ayudaremos —afirmó con tono tranquilizador.
Abandonaron la cabaña. En el exterior todavía esperaba la calabaza que el moreno había estado transportando antes de que ocurriera todo ese follón. Agradeció en su fuero interno que esta no hubiera desarollado patas y se hubiera ido corriendo también. Daruu la señaló y le dijo que le ayudaría a cargar con ella.
—¡Muchas gracias por la ayuda! —sonrió.
Siguiendo las indicaciones de su acompañante de ojos especiales, se posicionó a uno de los lados del vegetal y arqueó la espalda hacia delante, agachando su torso para poder tomar con sus manos el sector que le tocaba. Daruu hizo lo propio, y se pusieron en marcha.
***
15 minutos más tarde y los platos se encontraban vacíos, contenedores tan solo de algún que otro resto de topping o salsa de tomate que había caído. Ralexion eructó; se le escapó, de inmediato se tapó la boca con ambas manos y miró a los lados, avergonzado.
—Bueeeno —el Hyūga se estiró de brazos y piernas—. Si nos quedamos parados, nos va a entrar modorra. Además, hay que bajar todo esto. Joder, qué buena que estaba.
—Marchando que es gerundio —secundó la moción, alzándose del sofá a una velocidad que revelaba que no estaba tan amodorrado como podía parecer.
—No sé... De verdad, chicos, muchas gracias... Pero dudo que el abuelo me deje alistarme...
—Vamos a hacer todo lo que podamos para convencerlo, Kabocha-kun. ¡Venga, vamos! Que al final se nos va a hacer tarde.
El Uchiha se llevó las manos a los lados de la cintura y miró directamente a Kabocha.
—Aún eres pequeño, pero tienes que tratar de hacerle entender a tu abuelo que puedes decidir por ti mismo. Nosotros te ayudaremos —afirmó con tono tranquilizador.
Abandonaron la cabaña. En el exterior todavía esperaba la calabaza que el moreno había estado transportando antes de que ocurriera todo ese follón. Agradeció en su fuero interno que esta no hubiera desarollado patas y se hubiera ido corriendo también. Daruu la señaló y le dijo que le ayudaría a cargar con ella.
—¡Muchas gracias por la ayuda! —sonrió.
Siguiendo las indicaciones de su acompañante de ojos especiales, se posicionó a uno de los lados del vegetal y arqueó la espalda hacia delante, agachando su torso para poder tomar con sus manos el sector que le tocaba. Daruu hizo lo propio, y se pusieron en marcha.