24/04/2017, 23:14
Uchiha Akame no era un chico despiadado, ni mucho menos. Simplemente había aprendido, antes que la mayoría de sus cohetáneos, algunas lecciones vitales de extrema dureza que normalmente estaban reservadas para una edad más adulta. Él se había criado mendigando y robando en las calles, luego había sido recogido por Tengu y sometido a entrenamientos diez veces más duros que los de cualquier academia ninja. Había tenido que luchar por su vida y matar al único amigo que le acompañó durante aquel cautiverio.
Los llantos de un autónomo no iban a ablandar su fortalecido corazón.
Sin embargo, Ralexion no encajó la retahíla del mismo modo. Con mirada baja y palabras dubitativas, aceptó la invitación del dueño de las termas.
—¿En serio? —preguntó Shigeru, enjugándose las lágrimas con una manga de su camisa—. ¡Gracias, mil gracias muchacho! ¡Qué digo muchacho, señor cliente, hihihi!
«Oh, venga ya...». Akame suspiró.
—Os aseguro que no os arrepentiréis, mis baños termales puede que no sean los mejores de Yugakure, pero pueden competir con cualquier otro! ¡Vamos, vamos, hihihi!
Ni corto ni perezoso, Shigeru se dio media vuelta y animó a los jóvenes gennin a que le siguieran, cruzando la calle, hasta su establecimiento. Akame suspiró de nuevo, lanzó una última mirada a Las Tradicionales Termas de Mugiwara y luego echó a andar detrás del hermano desfigurado, esperando que Ralexion le acompañase.
Shigeru les sostuvo la puerta para que entrasen. El recibidor era pequeño, con suelo de piedra y paredes decoradas con motivos florales. Pese a todo, el edificio parecía bastante descuidado y maltrecho por dentro; estaba claro que nadie se había esmerado en mantenerlo desde hacía bastante tiempo.
—Por ese pasillo llegaréis hasta los vestuarios. El acceso a las termas está en esa misma sala, ¡y como he dicho, podéis pasar cuanto tiempo queráis! ¡Invita la casa, hihihi! —anunció Shigeru con visible emoción, sacando un par de toallas blancas de un pequeño armario junto a la mesa que hacía las veces de recepción y tendiéndoselas a los gennin.
Akame tomó una de ellas y, todavía indeciso, miró a su compañero de Aldea. «Todavía estamos a tiempo de ir a las buenas termas».
Los llantos de un autónomo no iban a ablandar su fortalecido corazón.
Sin embargo, Ralexion no encajó la retahíla del mismo modo. Con mirada baja y palabras dubitativas, aceptó la invitación del dueño de las termas.
—¿En serio? —preguntó Shigeru, enjugándose las lágrimas con una manga de su camisa—. ¡Gracias, mil gracias muchacho! ¡Qué digo muchacho, señor cliente, hihihi!
«Oh, venga ya...». Akame suspiró.
—Os aseguro que no os arrepentiréis, mis baños termales puede que no sean los mejores de Yugakure, pero pueden competir con cualquier otro! ¡Vamos, vamos, hihihi!
Ni corto ni perezoso, Shigeru se dio media vuelta y animó a los jóvenes gennin a que le siguieran, cruzando la calle, hasta su establecimiento. Akame suspiró de nuevo, lanzó una última mirada a Las Tradicionales Termas de Mugiwara y luego echó a andar detrás del hermano desfigurado, esperando que Ralexion le acompañase.
Shigeru les sostuvo la puerta para que entrasen. El recibidor era pequeño, con suelo de piedra y paredes decoradas con motivos florales. Pese a todo, el edificio parecía bastante descuidado y maltrecho por dentro; estaba claro que nadie se había esmerado en mantenerlo desde hacía bastante tiempo.
—Por ese pasillo llegaréis hasta los vestuarios. El acceso a las termas está en esa misma sala, ¡y como he dicho, podéis pasar cuanto tiempo queráis! ¡Invita la casa, hihihi! —anunció Shigeru con visible emoción, sacando un par de toallas blancas de un pequeño armario junto a la mesa que hacía las veces de recepción y tendiéndoselas a los gennin.
Akame tomó una de ellas y, todavía indeciso, miró a su compañero de Aldea. «Todavía estamos a tiempo de ir a las buenas termas».